jueves, 22 de septiembre de 2011

Como si no existiera el miedo...

Quiéreme como si no tuvieras miedo, como la sombra que escapa para hacerse luz en la impoluta virginidad de los bosques, como el último resplandor que sigue siendo eternidad al caer la tarde;
Quiéreme como si no existiera mañana y sólo este segundo fuese nuestro, más nuestro que nuestras propias esperanzas;


Hazte realidad del simple instante, efectivo pensamiento que vuelto al suelo decide quedarse;
Como si tras esto existiera la Nada, ningún lugar al que dar parte de lo ocurrido, ninguna boca cuya réplica siembre en nosotros el remordimiento;
Ningún pecado que enmendar, ninguna penitencia que cumplir;
Si decides amarme, no tengas miedo más allá de no quererme demasiado;
Deja vagar tu imaginación hasta que recorra los más inhóspitos desvaríos de la mía, hasta que comulguemos del mismo sueño, hasta que nos volvamos el Todo y la Nada al unísono;
Hasta que respires mi aliento y tiembles mi voz, hasta que arrulles mi sueño y yo vague por tu cuerpo entregado, como alma abandonada que camina sin errar, pues sabe que no hay error en el cuerpo amado.


Abandónate al destino de la tarde, que nos marca una ruta irrenunciable donde esperar no existe porque tal vez tras la espera sea demasiado tarde.
Déjame quererte como siento, como me dictan las ganas, como sabría si me dejaras.
Ignorando que temo, mentirosa entre tus dedos, quiero que mezas con tu voz mi más tierno silencio.


Figuraré que estoy despierta, más aún lo demostrará mi cuerpo.


Quiéreme… como si no existiera el miedo.


Creación propia