miércoles, 9 de noviembre de 2011

Ahora sólo...


No quieras que me entregue más allá de estos minutos robados a la cordura; ni encontrar en las palabras furtivas que emanan febriles de mi boca un poso argumental que articule entera mi vida; ni dar consuelo a tu hastío con la profundidad de este desvarío.

No sientas más allá del ahora, ni interpretes que fue nuestra Verdad a solas la que forjó un atisbo de esperanza en ese Universo conquistado a deshoras.

No quieras presumir tan pronto de conocerme ni de haberme conquistado, ni conocido, ni descubierto, ni entendido algún secreto.

Rendí mis altares a tus ídolos de barro, rendí mis temores a tus ilusiones, mas no pretendas intuir que me quedé en tus brazos.
Háblame suave, tierno, pausado, lento. Pero no te quiero rendido por entero. No busques todavía en este foro que te sienta sincero.

Instante colmado de lunas, donde los besos casi deshacen los labios y no hay latido que no sea nuestro. Teñido de rojo el pulcro suelo: del rojo corazón que se debate incierto, del rojo sangre que siente eterno, del rojo acelerado de nuestro apetito sediento.
Vida indefinida purpúrea de llantos y risas que se desvanece entre las manos, bocas, cuerpos... dejando sin esencia este mundo, para abrir las puertas de un inventado paraíso fuera de estos muros.

Tu cuerpo, como templo evocado en las ausencias, me demuestra mi vida más cierta, el final de oraciones al vacío ante una boca que no respondía, lo que se llama vida hoy la siento entera mía; tus palabras como poesía que me acerca; mi boca, tu confidente más ciega.
Comulgan nuestras almas tan sólo conjuntas en la desesperación de una espera. Espera que nunca llega.

No pretendamos deshacer el camino que lleva hasta mí, ni hasta ti; no atajemos las normas ni inventemos nuevos métodos, no digamos sí, ¿tal vez no?
Sólo ahora preocúpemonos de vivir...

Creación propia

¿Hacia dónde vamos?


Hablaba algún poeta de las "soledades compartidas". Yo, en su momento, me planteé cómo sería posible compartir la soledad sin que el mismo concepto de soledad desapareciera al ser compartido. Con el tiempo, me he ido dando cuenta de que la verdadera compañía es aquella que nos permite compartir la soledad. No sirve de nada eso de anularse entre la masa, no existe consuelo verdadero cuando nos sumergimos en el anonimato para poder actuar entre la gente.. Una compañía de verdad, alguien con quien sentirse seguro es aquel ser con quien podemos compartir una soledad, una desesperación, al fin, una individualidad. Pero es difícil encontrar una compañía entre el tumulto, entre tantas voces, tantas presencias, físicos, superficialidad, teatro, duda, escepticismo...

Muchos prefieren seguir siendo ellos, seguirse sintiendo solos y por ello se aislan del ruido, de las congregaciones, de los escenarios que confunden, donde uno se confunde con otro, con otra, con otros, con cosas, con objetos, luces, sonidos, con el circo de luces que le rodea, donde se siente investigado hasta el más mínimo detalle.
algunos eligen aislarse, sentirse solos; pero, de todos, ninguno aspira a quedarse con su soledad a solas eternamente, sino que ese espacio de soledad les sirve para recordarse útiles, estimables, presentes, vivos, preservados y, al final de todo, únicos. Hasta que viene una nueva tentación, la de compartir su soledad con otra soledad que, al mismo tiempo, en el mismo espacio temporal, se queja, desespera y siente.
Tal ves en la actualidad las redes sociales sirvan mucho para eso para lo que antes servían las cartas, la poesía, o la correspondencia. Es ese espacio donde se da rienda suelta a las emociones, complejos, vergüenzas,inquietudes, gustos, aficiones... El mundo real existe, sí, por supuesto, pero existe ahora más que nunca sin nombre, anónimo, sin forma, sin destino ni futuro definido ni querido; y salir a él es salir a una masa informe, donde nadie parece conocer a nadie y donde todos andamos a la defensiva.

Pero el mundo de las redes sociales puede parecer otra cosa. Ahí las conversaciones son de a dos. Son soledades lo que se comparte. Son individuos distantes los que hablan, que ni siquiera pueden tocarse, mirarse o sentirse, pero que pueden hablar, que pueden decir cosas a otro, que tal vez más se las dicen a sí mismos. Es un espacio donde se encuentra comprensión y entendimiento, libertad. No hay miedo porque no hay presencia, no hay compromiso porque nosotros elegimos cuando todo comienza y cuando acaba. Pero muchas veces olvidamos que tampoco hay verdad porque falta el sentimiento que transmite la presencia viva, aliento, respiración, ojos, miradas, realidad sensitiva... Parece existir todo cuando, en realidad, puede no existir nada.
¿Qué es lo que está sucediendo? Falta cercanía, falta entendimiento. Sobra crecimiento y tecnología. Muchos filósofos modernos hablan del decrecimiento, una teoría según la cual debemos volver a los círculos más pequeños. La gran red de Internet nos sirve para buscar cercanía en la distancia. Una paradoja, como tantas otras. Lo natural sería buscar cercanía entre lo cercano, pero el mundo está difícil; entre la complejidad del mundo la red nos permite simplificar, el exceso de tecnología, la ampliación de horizontes, el quebranto de las leyes físicas nos sirven, después de todo, para volver al principio, para regresar, para retroceder.

¿Sería lo conveniente no haber partido nunca? Yo pienso que no. Es necesario haber recorrido el camino para volver al principio con convencimiento y seguridad. Es necesario haber agotado todas las capacidades, haber vislumbrado el límite, la frontera, haber logrado el reto para darse cuenta de que nos gustaba nuestro estado primero.

Decían algunos historiadores que la Historia es cíclica, que se repite, que las etapas vuelven, que es necesario recorrer todas para darnos cuenta de que hemos regresado, al final de todas, nuevamente a la primera. Tal vez éste sea el momento. Tal vez sea hora ya de ignorar muchas cosas y volver a muchos orígenes. Tal vez a muchos les cueste mucho tiempo comprender esto; tal vez el tiempo que les lleve coincida con el que tardan en sufrir las consecuencias.

Recomiendo la lectura de "Un mundo feliz" de Aldous Huxley.