domingo, 12 de agosto de 2018

Lo que no vivimos

Hoy muero por aquel beso que no nos dimos. 
Hoy muero porque te has ido sin decirme te quiero.
Muero, porque hemos desaparecido.
Muero porque desaparecer es volver a mi agujero.

Te pienso. Te siento.
Una mirada bastó y mis principios se desvanecieron.

Mi equilibrio en el oído se vino abajo
pensando en tu piel sobre mi ombligo.

Hoy te pienso y aún existo:
Por la ilusión que nació entre las olas y tu instinto.
Por la luz que pude ver entre tus ganas de enloquecer.
Hoy muero porque se me cruzan miles de pensamientos.
Que chocan que rebotan, que se agolpan y me descolocan.
Lo que me dices, lo que me tocas,
lo que mientes y rebota.
Tu chulería, que me ruboriza, mis frases, y tus desvaríos,
tus burlas y mi albedrío.
Tu mundo, el mío, cruzándose inconscientes,
abandonándose, como idiotas.

Tu sudor, mi pensamiento, la conversación
y un deseo que explota:
entre vuelos intermitentes de roces adivinando labios
imágenes que se convierten en bocas,
que presagian que ya no habrá victoria sin víctimas en el camino.
Un destino y otra armonía rota.

Un futuro que ya cada uno por su cuenta habría planeado.
Tus ganas, las mías, las prudencias y mis manías.
Hoy muero entre mil recuerdos, unos verdaderos y otros imaginados.

¿Como se echará de menos lo no vivido?
No hay discurso lógico, pero creo que si vienes te lo explico.
Cómo explicar que llevaba meses sin escribir tan seguido, tan espontáneo;
y que hoy vivo mientras te escribo y que entre sueños te palpito.
Con la sonrisa dibujada, ignorando el futuro, ya sólo me alegra el haberte conocido.
Pero hoy, entre alegría, muero. 
Hoy muero porque de nuevo he vivido. 

Creación propia