viernes, 26 de octubre de 2012

A pesar de todo


“Tal vez sea ésa la felicidad, el sentimiento apiadado de nuestra desdicha”.

“Al llegar a un determinado grado de privación, ya nada conduce a nada; ni la esperanza ni la desesperación parecen fundadas, y la vida entera se reúne en una imagen”.

Nuevamente vuelve a mí, y yo vuelvo a mí misma con él y sus palabras. Es Albert Camus. Y siempre que necesito un entendimiento y lo leo, me proporciona exactamente las palabras que necesito. Tal vez porque cayó en verdadera desesperación muchas veces, sabe cómo describirla, sabe explicarla, comprenderla y, lo más importante, combatirla, sacar su lado bueno. Siempre hay algo suyo que leer. Porque la desesperación da fuerza, porque tal vez incluso haya que llegar a ella para renacer de nuevo, y para comprender tantas cosas…

Hoy alguien me ha dicho algo muy importante. Me ha dicho que la vida se trata de saber ser felices, saber encontrar la felicidad incluso en la desdicha, incluso cuando las cosas van mal. Saber sonreír, pero no con una sonrisa falsa, sino de verdad. Ser capaz de conmoverse, para reír o llorar, a pesar de las dificultades. Y he decidido que debe ser así. Es muy difícil, pero sólo es realmente feliz el que realmente se ha desesperado, el que realmente vive desesperadamente. Cuando sientes que has perdido todo (cuando digo todo, me refiero al todo de cada uno, no a un todo objetivo, sino a lo que cada uno siente su Todo, que puede variar en función de las circunstancias); cuando alguien siente que ha perdido todo y siente que no le queda ya más posibilidad de sufrimiento, es cuando debe saber quererse, querer su vida, con todas sus consecuencias.

Porque ser feliz es eso: quererse. Y como decía Ortega y Gasset, yo soy yo y mis circunstancias. Por lo que pese a todo, quien se quiere debe quererse con las consecuencias, y una de esas consecuencias es su vida. No podemos desprendernos de ella, ni negarla. Tal vez podemos desafiarla, retarla, moverla para que cambie, varíe su sentido, pero nunca negarla. Sin esa vida, jamás seríamos como somos. Somos como somos y valoramos lo que valoramos porque hemos vivido eso, y no otra cosa. Si negamos nuestra vida, nos estamos negando a nosotros mismos, y eso no merece la pena. Podemos retarnos a mejorar, desafiarnos puede ser un buen ejercicio, pero nunca querer volver, nunca buscar el imposible de regresar y cambiar algo.

Muchas veces siento el deseo de arrojarme a la fugacidad de los días, de ignorar toda metafísica y todo sentimiento y arrojarme al simple momento presente. Pero esto nunca me podría salvar, puesto que todo tiene consecuencias. Toda acción tiene su reacción, por lo que nunca podemos escondernos de nuestras acciones. Me resulta tan necesario leer esto, meditar, pensar, plantearme ciertas cuestiones… como un par de lágrimas de vez en cuando. Porque no se puede vivir sin pensar, porque, al final de todo, vivir es pensar; y nuestra vida es la interpretación que de ella haga nuestro pensamiento. Hoy yo he decidido ser feliz y dichosa.
Soy quien soy y jamás podría ser otra persona. Nunca sabría vivir una vida que no fuera la mía, ni actuar de otra manera que no fuera sintiéndome en mi piel, con sus defectos y sus virtudes. Me gusta mi pasado, mi presente y apuesto y desafío mi futuro que, por qué no, siento prometedor. No sé cómo sería otra vida, ni si me gustaría más o menos. Porque aquello que parece fácil y afortunado muchas veces no llega a ser tanto. Porque la apariencia engaña, las figuras mienten, el teatro simula. Muchos disimulan.
A pesar de todo quiero, amo y he amado. Y eso es lo que cuenta.
Y cuando me desespero me quedan las imágenes. Me queda el sol, las nubes, el mar, el cielo. Me queda un cuadro, una poesía, o una sonrisa estancada en la memoria. Me queda una caricia en el pensamiento, una palabra, una mirada furtiva. Me queda una nota grabada en la mente, un acorde que me conmueve, una frase que me hace temblar, un musical que me pone la piel de gallina. Me queda una ilusión y la esperanza. Me quedan el Arte y las Palabras. Y me queda el sentimiendo de la dicha.


A pesar de todo existo, formo parte del Universo. Soy un elemento, es irrenunciable. Y por eso, merece la pena.
A pesar de todo.
Creación propia