viernes, 5 de diciembre de 2014

Más allá de lo visible

Yo no necesito senderos
para seguir el camino que me lleva hasta ti.
Porque he aprendido
a olerte en la niebla,
a encontrarte recóndito
escondido incluso de ti mismo.
He aprendido a conocer cómo te enfadas
y cómo te desesperas abatido.
Cómo te ilusionas,
cuando pareces esquivo,
y cómo sonríes por dentro
cuando te pones serio
y sabes que te miro.


He aprendido a encontrarme
en tu camino incierto
de verdades:
silentes, casi imperceptibles,
tan absolutas como inimaginables.
Y tu cuerpo solo me empuja
a ver los amaneceres encendidos
que soñamos
cuando la imaginación va de la piel al hueso
y del hueso al  latido más apasionado.
Sólo nosotros:
Habitantes inciertos
en mundos de espejos.
Que cuanto más reñimos, más queremos.
Territorio inhóspito
donde, sin buscar, te encuentro.
Camino a ciegas por ti y no me pierdo:
porque mi alter ego se responde
con tu Yo más verdadero.

Mi alter ego es luna
y el tuyo la cara oculta.
Y viceversa.
Cuando yo me miro
tú me alumbras.
Cuando tú me sueñas
ya no hay dudas.

Unidos, más allá de lo visible,
imperceptiblemente ligados
más allá de lo humano.


Creación Propia

martes, 2 de diciembre de 2014

Hacer como que no existe...

Ojala pudiera hacer como que no existe.  
Como que mi pasado no está.
Y navegar sin rumbo fijo hacia el futuro prometedor que soñaba de pequeña. Ese de vida un poquito más fácil. No fácil del todo, pero sí un poquito más que entonces, y tal vez mucho más que ahora.
Si desandara el camino, si pudiera, me ahorraría todas las piedras que en él me puse yo sola. Ahora sí, no me las pondría, porque he aprendido que las piedras ruedan solas. 
¿Y por qué no?
Ojala pudiese seguir enfadándome para meterme a escribir a oscuras a mi habitación, como si no hubiese nadie más pendiente de mí, como si nadie más que yo sufriese las consecuencias de mis manías antojadizas. Y salir al instante, cuando ya hubiese llenado folios y folios explicando los motivos de por qué estaba allí, de dónde quería ir y cómo creía que podría conseguirlo. Y salir después del cuarto, como si ya todo estuviese de nuevo en su sitio, con la plena convicción de que ya estaría un tiempo sin volver a descolocarse. Y que verdaderamente todo esté, porque, muy probablemente, por aquel entonces, lo que yo veía descolocado no lo estaba tanto.
 
Ojala pudiese volver de vez en cuando: A las risas sin origen ni motivo, sin preocupaciones, limpias, sinceras. Sin otro brillo distinto tras los ojos, sin el recelo siempre alerta y las manos cansadas de enmendar errores y pedir disculpas.
 
A todo el mundo. Porque en la desesperación las palabras fluyen y las lenguas se sueltan, y las mías tampoco lo hacen menos. Y la tristeza es una quimera. De los más altos sueños, de las más altas desilusiones. De la tristeza nace el amor, la compasión, nace el misterio y también la pena.
 
Ojala de vez en cuando pudiese hacer como que nada ha existido, que no ha sucedido.
Ojala tuviese la certeza de que nunca volveré a sentirme tan sola. Sola por mi exclusiva culpa, quizás. Seguramente. Sola por querer expulsar de mi lado a todo aquél que me decía verdades. Ignorando que no era yo la única que sufría, pero, pareciéndome, a la vez, que todo el dolor del mundo había conspirado, casi, para venirse conmigo. 
Ojala dejara de madrugar implorando a Dios. Y conciliar el sueño, unos días mejor que otros, volviéndolo a implorar. Siempre escapándoseme, huidiza deidad, y, siempre, de nuevo, suplicándole. 
Un día más, una noche más: Dios, Dios, Dios Mío. Siempre acompañado de apellido. Mío, sólo, sólo Mío y para mí. Porque mi desesperación es tan grande que ni siquiera le puedo compartir.
 
Creación Propia

lunes, 1 de diciembre de 2014

Como si no tuviera ganas...

Andaba perdida en un mar de dudas,
divagando en mis manías,
cuando te asomaste al balcón de mis sueños
para recordarme
que también fui estrella un día.
Que aún me quedaba calor
y que, todavía,
recóndita,
me aguardaba la ilusión.
Y me incitaste,
y me quise yo también asomar a tu balcón:
a ese infinito crepitar
de caracolas enclaustradas
en espejos de ideas:
Que se amasan,
que se agolpan,
que desesperan
y se agostan.
Ideas tan bellas
y tan rotas.


Me asomé lenta pero segura,
indecisa y decidida,
todo a la vez.


Fui asomándome despacio
y, poco a poco,
olvidé el camino para volver.


Por asomarme demasiado,
creo que me enamoré.

 Mariposas calladas
a fuerza de esperar y esperar,
a fuerza de silenciar
esperando que llegue
lo que parece no llegará jamás.

Somos,

Mariposas que juegan allí:
en batallas perdidas de antemano,
en espacios vacíos
decorados de añil,
donde el telón ya se ha roto
y no hay espectador
que crea que llegará nunca el final feliz.
Ni siquiera el final.
Esto es siempre rodar y rodar
y volver de nuevo a empezar.


Y, aun así,
quedándonos ganas para sonreír.

Quererse, y parecer morir.
 
Siluetas difusas
que se me aparecen en las noches desveladas
a deshoras,
cuando transito ese espacio
que no es tuyo ni mío,
cuando me despierto en una pesadilla
y sé que tú pudieras
también andar en ella.


Quisiera, en ese momento,
tenerte
cercano y al lado.
Sentir tu calor y darte la mano.
Quisiera, en esos momentos, 
poder llorar a tu lado.

Me dices que me relaje y me tranquilice
tantas y tantas veces.

¿Y cómo puedo hacerlo,
si no soy capaz
de vivir alejada de tu misterio?

¿Cómo me relajo,
si cada vez que encuentro,
pierdo … pierdo …
y siento
tantas veces
que cada cosa que toco,
cuanto más la quiero,
mayor es el miedo
a que se me caiga de las manos?


Me dices que me relaje, pero, dime,
también,
¿cómo lo hago?

Me miro las manos,
a ver si con ellas pudiera hacer algo:
Manos vacilantes,
miedosas, manos de amor,
manos de barro,
pequeñas, débiles,
manos asustadas, también altivas y capaces,
manos rutinarias, vacías
simples, complejas,
manos tan de humano.

¿Todo dependiendo de ellas?
Todo, siempre,
al arbitrio ilógico, irrazonable...
Todo, en el azar
de la ruleta de las casualidades.  
Sin poder hacer nada
para que todo cambie.

Solo mantenerme, como si no pasase tanto,
como si no quisiera, como si no amase,
manteniéndome como si no tuviera
unas ganas locas
de volver a desesperarme.

Creación Propia

martes, 9 de septiembre de 2014

Mundo

Pienso, a veces, en querer alejarme contigo a un Destino cualquiera:
al Vacío: al Horizonte lejano donde no nos tiemblen los pulsos
cada vez que nos enfadamos.


Pienso, tantas veces, en que quiero alejarme,
no siempre,
bastaría solo de vez en cuando.
Alejarme más allá del Horizonte conocido,
más, mucho más allá.
Sentarme, contigo de la mano.
Contigo, sin nadie más mirando.


Sin palabras ni misterios,
sin explicaciones ni pensamientos.
Sin excusas ni porqués.
Sin dudas ni peros.
Sin tantos y tantos miedos.

Delirios de amaneceres repletos
de agua o de vapor de ensueño
que vinieran a cubrirnos
las mañanas y los deseos.
Delirios: palpitantes suspiros de temblor y ganas
entre tus desvaríos y mis legañas.
Quiero tenerte tan a solas
porque me muero de miedo
en este mundo de cruces.
Sudario,
que a mi espalda se llama experiencia,
y en mi cabeza
hace que estallen las palabras.
Sudario y espinas tan profundas,
tan dañinas,
Espinas tan hondamente clavadas:
de la piel al hueso
y del hueso al alma.
Mundo, que me ahogas
Mundo al que amo, al que maldigo
Mundo, que te me descompones
en palabras.

Mundo incierto, Mundo altivo, Mundo aparente, Mentiroso y Esquivo. Mundo, al que al final amo. Mundo que escapa, que se me deshace entre las manos. Mundo a oscuras, Mundo esclavo. Mundo a ciegas,
Mundo amado.

 

lunes, 28 de julio de 2014

Amapolas

Cuando las noches amamantan de lo etílico las huestes de luchadores que,
sin patria ni destino
se hacen llamar hombres.
Cuando de la luna destilan vapores de somníferos
que les abstraen y les convierten en semidioses
evoco eso que me hace sentir verdad
y, entre susurros de plumas, sobrevuelo
por encima de todos ellos,
encontrándome siempre a mí misma un poco más allá.


Los miro, escucho y,
a pesar tanto y tanto que hablan,
sólo escucho al silencio.

Cuando a la pintura se le unen unos centímetros de más,
algún que otro valor de menos
y los sedientos de aventuras buscan su Isla del Tesoro
entre el polvo de lo que parece transformarles
evaporando sus penas y miedos,
que no son sino en el fondo más que la propia condición de su ser terrenal,
de su destino fatal:
la condena a morir en barro entre recónditas amapolas
que jamás sabrán quiénes fueron
ni a qué entregaron sus horas,
porque jamás se preocuparon de hablarles
cuando las vieron tan solas.


Evoco. Carne y plumas se aúnan para encontrarme con vosotros.

Y me definen exacto cuanto ven mis ojos, en aquellos otros: Seres de frío, seres de llanto, seres de hastío, seres de barro. Seres creados, seres de espanto.
Víctimas de todo pero, también, a la vez, culpables de algo.

Cuando a la luna se le unen conjuros a alguna Deidad, llámese por sustantivo antiguo, o llámesele por los nuevos:
Deidad de lo efímero, de lo pasajero,
pero siempre, antigua y eterna Deidad del Vicio.
Consumo, consumismo; sexo, sexismo; ego, egocentrismo; ideal, idealismo.
Maldita Deidad tan adorada, que todo cuanto toca lo acaba convirtiendo en -ismo.

Cuando pare el cielo estrellas que se apagan solas,
me escondo entre los otros y hablo a mis amapolas:
tan aparentemente tristes y tan solas.
Tan normales y tan misteriosas.
Tan sensibles y tan valiosas que, sin embargo, estarán cuando
mis pies de barro se vayan de nuevo a su destino originario.

Hablo a mis amapolas, las que siempre están;
las que me recuerdan que hay más.
Que, por mucho que suceda, ellas estarán.

Amapolas, a aquellos que, entre el ruido,
pararon al verlas tan solas. 


 
 
Creación Propia

viernes, 27 de junio de 2014

La realidad del instante

Eres quien, de carne y hueso, real, humano,
se acerca cada noche, aunque esté a cualquier distancia,
o aunque hayamos regañado,
a darme mi beso de buenas noches.

Eres ese ser que, muy acostumbrado a vivir, tan de cerca
me susurra que no se me haga tan triste la espera.

Ser, de carne, que tengo, que quiere,
ser que verdaderamente está a mi lado.

De nada me sirve la magia, ni esos personajes
que tan irreales, soñadores,
que fantasiosos idean mil y una maneras
de no estarse contigo y quedarse.

¿Magia? ¿Para qué?
¿A qué llaman magia o verdad?
Qué mal uso de palabras tan bellas.
Qué ingrato utilizar la palabra “magia”,
cuando lo único que desean es no tenerte cerca.



¿De qué me sirves cuando me hiciste tanta falta
y no pude abrazarte?

 ¿Realidad? ¿La lejanía?
Yo hace tiempo que perdí la costumbre ya
de alimentarme de ideales.
Ahora, y quizás más que nunca,
me he cansado de vivir del aire.
Incrédula, apática e incluso un poco insociable:
camino sin esperar
ni creer promesas de nadie.
“Que vendrán un día, que esperará siempre…
Que lo real perdura,
que lo verdadero no muere...”.

Palabras de humo, palabras, que no hechos,
que, como dicen muchos, se lleva el aire.  

Mentiras: mentiras con las que los inteligentes,
esos que llaman galanes
caballeros, llenos de labia,
cuando no son más que irreverentes,
te dicen que están,
cuando lo único que quieren es perderse.

Realidad sólo conozco la del instante;
instante en que me desasosiego
y una mano tendida viene a calmarme.
Instante en que tengo ganas de gritar
y unos ojos que miro vuelven a emocionarme.
Instante, cuando estoy tan baja de moral y me desprecio
y su abrazo viene a consolarme.

En este mundo ya: tan vivido,
tan gastado,
tan de antiguo conocido,
tan adulto,
tan endiabladamente crudo.

En este mundo tan oscuro, yo sólo me creo ya el instante que consumo.
 
Creación Propia

lunes, 16 de junio de 2014

Sin más ni más...

Apenas dos horas me han servido esta noche para matar el cansancio, entre sueños múltiples que se sobreponían, que se proponían con ahínco sacarme del ensueño, que se solapaban unos a otros sin leyes de tiempo ni espacio.

Apenas dos horas me han bastado, para darme cuenta de que ya empiezas a inundarme los sueños, de que tus preocupaciones son las mías y que ya me arropo envuelta en tus pensamientos, con la suma de lo que he vivido, lo que hemos callado, a pesar de todo, y tanto y tanto que nos hemos dicho. 

Apenas dos horas para que me fluya lo que podría decir, si escucharas:

Que no soporto tu cara triste, tu voz melancólica ni los apagados ojos con que me mirabas. Que no soporto que me grites, hagas aspavientos o me reproches equivocaciones pasadas.

Que no soporto que marques las distancias,

que puedas mirar y sentir rabia.

Aunque, si lo pienso mejor no es rabia lo que esconde tu mirada.

Que no soporto que estés mal y sea por mi culpa, mientras yo intento, como sé y aunque quizás no sirva para mucho, que salgas de ahí para intentar comprender mis rumbos.

Dos horas para querer nadar hasta el más íntimo de tus pensamientos, querer dar la vuelta al mundo, hasta llegar al fondo, hasta arrancarte el último: aquel sentimiento de decepción y sufrimiento que te ha temblado los pulsos.

Para eliminarlos todos, uno a uno, para borrar y anular esos en que no te encuentro, a base de palabras, o, mejor, a base de besos.


Sin embargo, no puedo acceder tan lejos, así que, al sonido del despertador, cogiendo las lágrimas, mis ganas de querer quedarme, y reunificando cada una de las energías que se quedaban aún entre las sábanas, recogiendo mi tristeza y mis pocas ganas,

me he recompuesto

para intentar empezar esta mañana: almorzándome las obsesiones y bebiéndome el alma en jirones con un café y una tostada.

Masticando desaliento: tu desencanto, mi pena, la tuya, viendo tanto horror y, a la vez, tanta maldita hermosura.

Maldita hermosura que me ata, que me atrapa, que me desvela, que me enerva, que me enciende y que me apaga.

Maldita ilusa aún esperanzada.

A 10 centímetros de mi yo y ataviada como dicta la norma protocolaria me he dirigido, sin más, a otra nueva aventura: cotidiana, rutinaria, pesada y, también hoy, desalmada.

Pudiendo decirnos tanto y, sin embargo, decidiendo no decir nada. Nada que ilusione, nada que aliente; porque hoy nada serviría de nada.


Dejando pasar las horas:

entretenida entre escritos y llamadas,

entretenida entre noticias y alguna que otra cosa.

Dejando pasar el día, o dejando que sea el día sea quien me pasa, dejando que acabe, mientras aún reverberan en mi memoria tus frases, sin saber qué decirlas, ni saber ya qué inventarme, ¿Qué maldito argumento las doy para que se callen?

Sólo digo, desde el más respetuoso silencio prometido, que, más pronto que tarde, rompas este vacío: vacío en que pienso y repienso, vacío de insomnio y miedo, vacío de hastío y de desvarío; vacío por y para nada. Vacío que, de prolongarse demasiado, resultará desproporcionado y baldío.

Un reloj visto de reojo me ha dicho, hace ya rato, que eran las dos, que tenía que hacer como que en realidad no siento, teatro al que, de hecho, ya vengo acostumbrada: como que soy de hielo y no tengo ganas de conjurar hasta quedar sin aliento. Reloj que me dice que es la hora de comer y que deje el asiento.

Sin embargo, y como también a veces hago, le he dicho que no, que ande o pare, que espere o siga contando, que yo me quedo en mi Soledad un rato.

Así, me desvisto las apariencias, me desnudo el traje del pudor y la inocencia, me quito la máscara que sólo los otros quiero que vean, cojo un Boli y, desnuda ya del parecer, me vierto sobre el papel.

Me arropo con mis dudas, mis miedos, mis complejos; me pongo mi tul de, también, y, en cambio, esperanzas y sueños;

Paradójica vida ésta de transmutaciones perpetuas.

Me cubro con un batín de miedos, que ya campan a sus anchas, que ya pasean a la luz, que ya cantan porque nadie les ve, cuando nadie les reprende, critica, ni les pregunta los por qués.

Danzan cerca mis dulzuras también: las palabras bonitas que te he dicho y las que no, no sé por qué.

Y, así, fuera ya de lo aparente, del mundo superficial, te requiero para que jamás me dejes.

Qué mundo éste: esclavo, huidizo, esquivo, tan cierto y tan impreciso.

Fuera de las envolturas danzo, ebria de beberme esta noche en vela la luna, conjurando tu vuelta entre mis Musas.

Te cuento que no estés triste ni decepcionado, que cada día me pareces más antiguo, que parece que te conozco más de largo, más de siempre, más cercano y que, por eso, quiero que te quedes a mi lado.

Que te pierdas, si quieres, en mí, que el camino te lo enseñarán, sin mentiras, mis brazos. Que hables cuanto quieras, que quiero hacerme la guardiana de tus pálpitos, que divagues sin cautela temiendo tan sólo no quererme demasiado. Que te sabré reconocer entre el gentío, quiéreme hasta que te oiga sin que hagas ruido, hasta que pueda verte incluso con los ojos cerrados, ver tus gestos y saber con certeza lo que estás pensando.

Hablemos, sin más, de lo que sucede, sucederá, o de lo que nos queramos inventar.

Estar, sin más ni más. Aquí, ahora, sin futuro ni pasado.

Suspiros, llantos, que ya se me vuelven de tinta por no poder ser sal rodando por las mejillas, ni palabras verdaderamente dichas.

Suspiros de letras, que volverán a su aire originario, o quizás, suspiros que llegarán a quien sabrá interpretarlos.
 
Creación Propia
 
 

Imagen de: http://laestaciondelasletrasolvidadas.blogspot.com.es/2012/10/bienvenidas-la-estacion-de-las-letras.html



lunes, 3 de marzo de 2014

Tu Horizonte...




Tu horizonte se me pierde, a veces, entre desvaríos de Nada, entre suspiros que lanzo al horizonte lejano de una ausencia que jamás quiso habitar entre mis mundos perdidos. Ausencia que jamás quiso habitar en mi presencia.  Ausencia, que ya conjuro al entierro para siempre y por entera. 

Tu horizonte se me pierde a veces, y lucho por recuperarlo, porque me ha hecho abrir la mirada y respirar nuevamente ilusionada. 

Tu horizonte se me pierde cada vez que te busco y no te encuentro, o te llamo y no acudes inmediato a enjugar esas lágrimas que no derramo, ni me permití derramar un día para quizás poder vivir entera. 

Me das tanto en cada beso que podría recorrer todo y volver a empezar de nuevo. Tierno, más tierno que la nieve que toco y se me derrite entre los dedos. 

Viniste lento y te quedas aún más despacio. Permaneces. Estás. Con la mirada silente y las manos llenas de esperas, pudores que se olvidan de su propio nombre cuando nos sentimos tan cerca. Tan lenta. Tan verdadera. 

Vaho de hastío y de desvarío.
 
Vaho: la suma de tus silencios más los míos. 

Me vas ganando lento y, sin embargo, me calas y acaparas casi más que mis propios miedos.  Me acaparas, tanto a mi yo terrenal como a la etérea, a tragos desbordados que me abstraen la conciencia. Me apagas la luz de lo perdido y me abres, en cambio, las puertas de tu mundo, tan pasado como futuro. Y parece que te conozco desde antes, como si ya nos hubiésemos visto hace mucho. 

Y quisiera navegar tu camino, o que tú navegases el mío. 

Navegar ambos el absurdo, de vivir sin más, y parecer que hasta tiene sentido. 

Qué pena habernos conocido tan tarde. Qué error tal vez tan tarde habernos conocido. Qué pena no habernos encontrado antes: antes de la desdicha, de la tristeza, antes de los llantos escondidos, de las buscadas ausencias, de los pasos y las bocas a la defensiva. Qué lástima que andes tan cerca y yo a veces tan perdida. 

Qué pena que sea tarde, qué pena que aún por las noches venga a inundarme la vida. Qué pena no poder dedicarte aquellas sonrisas: las que me hacían guapa, sincera, las que me hacían valiente y hasta altiva. 

Vacíos de Nada que me inundan, que me acuden y me llevan y me invocan y me dañan. Vacíos que conjuro a morirse envueltos en su propia Nada. 


Pero, no obstante, lo “tarde” vuelve a ser relativo. Y vuelven los verbos a conjugarse en subjuntivo. Subjuntivo: “Ojala”, “Quisiera que”, “temo  que”, “por favor no te vayas”. Imperativos: “Quédate”, “dime”, o “llévame”, entre muchos etcéteras. Llévame a conjugar el mundo en un suspiro, a bailar el vals de lo que nunca muere, el vals nostálgico e imperecedero que sacia y da sed al mismo tiempo. 

Mordiscos de luz que te sorbo en cada beso; sin embargo. Bocados de vidas que se degustan de a poco, que se conocen en la lucha y se deleitan entre antojos. Vidas, que se van entremezclando, y se beben por los ojos.


Creación Propia