viernes, 2 de noviembre de 2018

Sigue

Hoy el mundo se me ha caído encima.
De golpe. Como una losa.
Y ni siquiera he atinado a encontrar la causa reconocible
que poder desgranar hasta sentirme un poquito menos sola.

Para volver al lugar donde estaba. Donde sabía.
Hoy el mundo me ha mirado al espejo y me ha dicho:

¿Dónde vas?
Y yo sólo he podido responderle: No lo sé. Pero voy.
Como gota que busca el mar.
No lo sé, pero transito. Sin parada fija ni predispuesta.
Como aire que busca un árbol donde silbar.

Voy.
Donde veo un atisbo de luz, de esperanza.
De aire. De fuego. De llama que, aun a pesar de todo, arde.
Donde se consume y se reinventa.

Voy.
Destartalada, a ratos desatalentada.
Desubicada, o demasiado encontrada.
Recorro laberintos interminables de crucigramas
sobre lo que eran sus manos, a qué olía su pelo,
cómo reímos en aquel viaje a Irlanda.

Y paseo también por el futuro, porque mi firma dice
que le presto la misma atención que a mi pasado.
Por ese futuro incierto, como yo.
Y me encuentro dudas, vida, temor.
Un desencuentro, otro engaño, quizás,
unas manos calientes, trémulas que me invitan a gozar
y una mirada fría que me hace temblar.

Voy.
Destartalada en un mundo de máscaras, disfraces, de personajes.
Desentonando en un baile de valses que no conozco,
de coreografías que tal vez nunca atine a bailar.
Y una risa esperpéntica me ensordece.

Es la risa del mundo, que se burla porque pienso demasiado.
Es la burla del hombre, es la burla del castigo, del escarnio.
Es la risa con que se conmueve el mundo.
Ese mundo que hoy me mira en el espejo y me dice:

¿Dónde vas?
Y al que respondo: No lo sé. Pero voy.
Y él, entre su risa estentórea, me grita: Sigue.

Creación Propia

lunes, 15 de octubre de 2018

Qué sería sin

Qué sería de mi cicatriz
sin el recuerdo de tu herida.

Qué sería de mi boca
sin tu beso latente
durante eternidades detenidas;
qué sería de tu abrazo
sin mi pecho que lo abriga.

Qué de tus preguntas
sin respuestas, que buscaban
en mi palabra
una esperanza entre mentiras.

Qué sería de tu pecho
sin mis besos;
de tu aliento
sin mi saliva. 

Qué sería de mis debates
sin tus risas.
Qué
de mi piel sin tu mordida...

Donde no cabía nadie,
al final se abrió la veda
y frenar no quisimos, ni pudimos.

Donde no cabía nadie
me convertí en tu sutil habitante.

Donde hablar quiso el destino
buscando a tientas
una luz en el camino.

Allí, nos vimos. Allí, nos vivimos.

Donde una voz de barro
puso alas a tu instinto.
Donde caprichosos jugábamos,
juntos,
en el mar de nuestro olvido.

Allí, un día, miramos y nos vimos.

Qué sería de tu lengua
sin mi gemido
cuando el reloj y la prisa
se desnudan los vestidos.

Qué de mi roce sin tu
gesto agradecido.

Seríamos la Nada, naufragando
en el mar de los pasos perdidos,
desordenando los recuerdos
de lo que se ha querido.

Seríamos la Nada, allí donde nos vimos.



Creación propia

domingo, 12 de agosto de 2018

Lo que no vivimos

Hoy muero por aquel beso que no nos dimos. 
Hoy muero porque te has ido sin decirme te quiero.
Muero, porque hemos desaparecido.
Muero porque desaparecer es volver a mi agujero.

Te pienso. Te siento.
Una mirada bastó y mis principios se desvanecieron.

Mi equilibrio en el oído se vino abajo
pensando en tu piel sobre mi ombligo.

Hoy te pienso y aún existo:
Por la ilusión que nació entre las olas y tu instinto.
Por la luz que pude ver entre tus ganas de enloquecer.
Hoy muero porque se me cruzan miles de pensamientos.
Que chocan que rebotan, que se agolpan y me descolocan.
Lo que me dices, lo que me tocas,
lo que mientes y rebota.
Tu chulería, que me ruboriza, mis frases, y tus desvaríos,
tus burlas y mi albedrío.
Tu mundo, el mío, cruzándose inconscientes,
abandonándose, como idiotas.

Tu sudor, mi pensamiento, la conversación
y un deseo que explota:
entre vuelos intermitentes de roces adivinando labios
imágenes que se convierten en bocas,
que presagian que ya no habrá victoria sin víctimas en el camino.
Un destino y otra armonía rota.

Un futuro que ya cada uno por su cuenta habría planeado.
Tus ganas, las mías, las prudencias y mis manías.
Hoy muero entre mil recuerdos, unos verdaderos y otros imaginados.

¿Como se echará de menos lo no vivido?
No hay discurso lógico, pero creo que si vienes te lo explico.
Cómo explicar que llevaba meses sin escribir tan seguido, tan espontáneo;
y que hoy vivo mientras te escribo y que entre sueños te palpito.
Con la sonrisa dibujada, ignorando el futuro, ya sólo me alegra el haberte conocido.
Pero hoy, entre alegría, muero. 
Hoy muero porque de nuevo he vivido. 

Creación propia

domingo, 22 de julio de 2018

Reiterando y reiterado

Me has engañado. Una vez más. De nuevo. Reiterando y reiterado. Repetido. Exacto. Un deja vu de hace algunos años.

Y esta vez, no sólo me has engañado, sino que has destruido todas las ilusiones que había forjado en torno nuestro. No es una mentira cualquiera: es que con ella se ha destruido la persona que creía que eras. La persona que alguna vez creí que podría, lento, llegar a formar una parte imprescindible de mi vida. Pero has llegado arrasando todo, deprisa, como si no hubiese un mañana, a desordenar todo mi mundo con promesas vacías y con falsas expectativas sobre un "tiempo" que después fue mentira.

Has venido en dos días a dar la vuelta a mi armonía, y quizás a tu vida, para acabar en el mismo sitio: tú, en tu aritmética inventada, artificial, de mentira; en tu vida moldeada, pretendiendo hacer que te gusta y la disfrutas. Yo, firme en que no sé quién eres. Y cada vez lo sé menos. Intentando comprenderte, entre todo eso que haces y no sientes.

Me has engañado y ya ni siquiera me duele eso. Me duele que ahora no sé cómo ni con qué reemplazar el hueco que tu figura rota ha dejado entre mis ilusiones. Y no sé bien cómo sujetar esa ausencia para que no duela, o, incluso, para impedir que sea definitiva. Ya no me quedan argumentos lógicos, ni ganas, para poder justificarte. Ya no me quedan recursos para poder conservarte. Y lo peor de todo, esta vez, es que ya no me duele sólo tu vacío, ya me duele el ego. Estoy cansada de la misma historia repitiéndose una y otra vez, por tu falta de empeño en demostrarme quién eres, por tu falta de tacto. 

Por tus decisiones precipitadas, por tu mente despechada que intenta vivir una vida imaginaria.