Adivino que te diluyes aún en una suerte de ignorancia pretendida, que te arropa cada noche entre los susurros de tu inocencia perdida, entre el vaho de mi ausencia y tus ilusiones desvanecidas.
Adivino que aún te haces el
loco y ciego, como si no hubieses perdido nada con nuestra despedida, como si
todo hubiese seguido sin más, como si no nos hubiésemos conocido jamás, haciendo
como que no escuchas esos deseos que tienes de volver y darme un beso.
Adivino que te pierdes entre
sueños
buscando las huellas de los pasos que caminamos juntos, aquellos, cuando aún ninguno sabíamos quién iba con quién. Aquellos pasos mientras nos preguntábamos si eras tú el que se estaba enamorando o era yo, si eras tú el que lentamente me iba conquistando o si la conquistadora era yo.
buscando las huellas de los pasos que caminamos juntos, aquellos, cuando aún ninguno sabíamos quién iba con quién. Aquellos pasos mientras nos preguntábamos si eras tú el que se estaba enamorando o era yo, si eras tú el que lentamente me iba conquistando o si la conquistadora era yo.
Aquellos pasos a
ciegas cuando no sabíamos qué hacer ni hacia dónde mirar. Aquellos pasos
cuando ninguno de los dos sabía el por qué, cuando nos preguntábamos qué
nos había llevado allí, por qué seguíamos, para qué o con qué fin;
no encontrando nunca respuesta pero sabiendo, sin explicación lógica, que aquél era nuestro sitio, que esos éramos nosotros, sin tapujos. Así, juntos, tanto en lo más insoportable de nosotros mismos, en lo más humano, en lo más vacío, en lo más mísero y desalmado, en lo más deshonroso y rebajado, como en lo más pulcro, culto, estimado, decoroso, angelical y sagrado.
no encontrando nunca respuesta pero sabiendo, sin explicación lógica, que aquél era nuestro sitio, que esos éramos nosotros, sin tapujos. Así, juntos, tanto en lo más insoportable de nosotros mismos, en lo más humano, en lo más vacío, en lo más mísero y desalmado, en lo más deshonroso y rebajado, como en lo más pulcro, culto, estimado, decoroso, angelical y sagrado.
Tan ángeles y tan humanos, tan infernales a ratos como sacralizados. Tan díscolos como beatificados..
Adivino que cada viernes
entras en mi cuarto a oscuras para velarme aún los sueños, esos, que poco a
poco fuiste inundando de incoherencias, hasta llegar al sinsentido en que, aun
a pesar de todo, te sigo esperando.
Adivino, también, que aún tu
alma frágil divaga silente perdida entre las piedras, o rocas, aquellas de cuya
frialdad te fuiste contagiando, a las que les contabas de tu pena,
mientras tus marcas saladas quedaban en su superficie.
------------------------
------------------------
Si me preguntaras dónde ando,
y si mi orgullo vanidoso me permitiera dirigirte la palabra, te diría que aún
ando pugnando en batallas perdidas de antemano, perdidas porque ya nadie lucha
por nada, y yo a veces pierdo también las ganas de seguir buscando mi destino. Con veintiséis que me pesan como doscientos y el alma perdida en
algún punto del camino.
Ciega, loca y desesperada que
clama a gritos volver a sentir tus manos, esas que poco a poco sabían cómo
hilvanar cada mirada perdida al infinito, cada caricia ausente o cada tímido
guiño de contenido encanto, hilvanarlo hasta convertirlo en gesto, firme,
eficaz y evocador de las más pulcras tentaciones.
Boca esquiva y caudal de
tentaciones, supiste resaltar cada uno de mis defectos, hasta el punto de que
su propio reconocimiento llegó a convertirlos hasta en vanidades. Vanidosa ausencia la tuya, que lucha para no encontarme mientras muere de desvelos.
Apenas nada que se convirtió
en todo.
-----------------
-----------------
Y por más vueltas que le dé no
consigo adivinar por qué esta necesidad tan loca de escribirte, por qué tantas
vueltas y vueltas, y tantas noches de insomnio hasta que consigo encontrar las palabras
que dirigirte, a ti, que nunca lo leerás, que me inspiras sin saberlo y nunca
entiendes lo que quiero decirte, ni quizás jamás llegues a entenderlo, porque
si hay dos destinos condenados a no encontrarse jamás son sin duda los
nuestros, que sólo saben palpitar casi al unísono pero que jamás adivinarán por
que desde horizontes tan lejanos eligieron el mismo compás.
Y mi boca contradicha con
cuanto marco en el papel, trazo a trazo, letra a letra, tan poco orgullosa de
cuanto voy expresando, y sin embargo, tan ligero. Cómo este fluir a borbotones
el alma por la boca o por los dedos, que se deslizan ágiles mientras mi corazón
va gritando que no es cierto, cómo este fluir indefenso, decidido y ciego me
avergüenza hasta la desesperación. Y cada frase una herida, dolorosa, seca,
reseca y permanente, tatuada perenne en la angustia de mis entrañas, en ese
vacío que siento por dentro cuando a solas te grito que no me ves, que no te
acuerdas de mí, que vuelvas, que regreses, que por qué te fuiste y me dejaste
tan sola.
Por qué prometías tanto para
al final resultar tan desolador, por qué. No hay causa que explique tus
motivos, ni tampoco argumento que te redima de tus culpas, ni de las mías. Tan pasada
nuestra historia y tan tatuada en nuestras vidas. Tan lejana y tan presente.
Tan viva, y tan acabada. Nunca llegaremos a nada. Lo sé. Nunca llegaremos
porque ya estábamos derrotados de antemano.
Y este deseo de llorarte en
palabras, de anhelarte en poesía, de tenerte, en la verdad de cuanto escribo.
Miedosos, esquivos, desastrosos,
amantes, esperanzados, orgullosos, vivos, fugaces, locos, desesperados, ciegos,
temerosos.
Solos.
(Creación Propia)