miércoles, 30 de diciembre de 2009

Sólo existe ahora

Dice Camus en "El mito de Sísifo" que "los tristes sólo tienen dos motivos para estarlo: ignoran o esperan". Es cierto, estoy de acuerdo con él. Los tristes ignoran que la vida es el segundo, que la vida es ese momento fugaz, que la vida es esa chispa que como un relámpago ilumina un instante victorioso. Sólo estaremos tristes cuando ignoremos eso. La tristeza sólo tiene su origen en la ignorancia del presente. Cuando se vive en el pasado o en el futuro es cuando viene el problema. Una poesía, una sonrisa, una caricia, un chiste, una broma, un momento de risas contagiosas, o simplemente mirar al cielo nos puede inundar de optimismo. Cuando sabemos que nuestro único destino es la duda, que nuestra única humanidad es la incertidumbre, entonces agradecemos cada mínimo segundo de existencia. Decía un filósofo: "hay que vivir hoy como si fueras a morir mañana". Yo, mejor, recomiendo: "Vive hoy como si fueras a vivir eternamente", o "vive esta aventura como si nunca fuera a terminar". Con el amor o la amistad sucede igual. Cuando algo va bien es cuando sientes que durará eternamente. El miedo, la duda es lo que aniquila la magia del momento.
El propósito supremo de todos es precisamente ese: dejar de ignorar o de esperar, simplemente saber (saber que hoy es hoy, que hoy existe, está exisitiendo para nosotros).

Os deseo que no ignoreis ni espereis. Os deseo muchos años llenos de optimismo.

martes, 29 de diciembre de 2009

Razón e imaginación

“Razón e imaginación difieren por su teleología. El fin de la razón es la verdad, el de la imaginación la belleza. La razón plasma la ciencia, la imaginación, el arte. La razón nos da el concepto; la imaginación, la imagen. La razón abstrae, la imaginación atrae. La lo universal, la otra lo particular.
El lenguaje de la razón es el signo, el de la imaginación el símbolo. La razón se rige por la lógica, limita, mide, comprueba, demuestra. La imaginación se rige por lo expresivo, intuye, admira, percibe la gracia, el encanto, la poesía, lo oscuro, lo imprevisto. La razón lleva al descubrimiento de la verdad. La imaginación al encubrimiento, al misterio o a la revelación. La razón busca lo que hay de trascendental y universal en las cosas. La imaginación busca lo particular, lo reviste y lo hace suyo.
La razón reduce, simplifica, limita, ordena, precisa y cultiva la dirección rectilínea en los movimientos gráficos.
La imaginación amplifica, desproporciona, agranda, redondea, desune, reviste, ornamenta, acelera los movimientos gráficos”.
"Escritura y personalidad" de Augusto Vels

No somos lo que pensamos

Antes me gustaba interesar, me gustaba el reconocimiento, sentir que alguien me prestaba atenciones, se interesaba por mis pensamientos.
Ahora todo eso no me importa. Ahora me interesa más escuchar. ¿Por qué?
Quiero aprender de la otra gente, quiero penetrar en ellos, que me cuenten su visión del mundo despacio, pausadamente, que me abran su mundo de experiencias. Empiezo a desconfiar mucho de la mente, de la razón, de la inteligencia. Cada vez se me abre más un nuevo mundo, el de la experiencia sensible, el de los sentidos, las experiencias que por ellos adquiero, el conocimiento que proviene de ellos. Mis sentidos me muestran un mundo que sólo yo puedo experimentar. Ellos me enseñan a descubrir “mi mundo”. En los libros, en las teorías, en las palabras… sólo encuentro el mundo “objetivo”, es decir, el mundo que existe para todos los humanos. En las palabras está el mundo de todos, el común, el general.
Pero, por mis sentidos, descubro mi propio mundo. Por eso lo que más interesante me resulta es que otras personas me cuenten cómo es su mundo, porque es eso lo que aporta conocimiento: que me describan el mundo que es distinto al mío.
Me gusta verles actuar en la vida, ver cómo se guían, qué respuestas dan a los misterios de la vida. Y quiero respetar a cada persona, por eso no creo justo soltar el nombre de un autor, o de un filósofo, o de un poeta para presumir.
El otro día vi una película y dijeron: no somos lo que pensamos. Me resultó más clarificadora que muchos libros que he leído. Me pareció tan, no sé, redentora, salvadora. Mi mente da muchas vueltas. A veces pensamos cosas sobre nosotros, a veces nuestra mente se empeña en clasificarnos como un tipo de persona. Después, hacemos cosas que jamás pensamos que podríamos y nuestra mente se asombra, se desconcierta, porque nos salimos de lo que ella había planeado para nosotros. No debemos fiarnos en exceso de la mente, porque nos puede traicionar y limitar cientos de veces. Hace algunos años pensaba en mi mente demasiado. Me sentía segura sólo en ella, sólo cuando me encontraba aislada, sola, con mi mente, me encontraba totalmente a salvo. Ahora, en cambio, es precisamente mi mente lo que me da miedo. Por eso, cuando quiero realmente vivir, ser feliz, disfrutar… la ignoro. Intento no pensar en nada más, tan sólo en ese momento, en ese instante mágico que existe para mí, que me brinda una oportunidad para ser feliz y estar plena. Hoy, cuando me he levantado, solo asomarme a la ventana, ver la luz, oler el aire, tocar la almohada, sentir la vida me ha hecho feliz. En ese único instante presente me he sentido muy afortunada. Pero no lo digo en términos formales, no es una cuestión de felicidad mirada desde afuera, sino una felicidad desbordada. De pronto he sentido que tanta felicidad no es posible, que había algo de inmoral o pecaminoso (pecaminoso en un sentido alejado del religioso) en ese entusiasmo. Me he sentido poco merecedora de tanta alegría. Y es que en las pequeñas cosas, en ese valorar lo más pequeño, está la verdadera esencia de todo.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Mirada total

Mi vida me reclama, mi corazón se siente cada vez más lejos de su origen, del común origen de todo. En cambio, el camino ya está emprendido. La marcha atrás es siempre tan difícil… Pero un paso más requiere también muchísimo esfuerzo. Mi corazón me llama, a gritos, está asustado; no vislumbra un horizonte más allá de estos cielos que auguran soledad. Eres el reclamo de lo inútil. Amar no es estar solo. Amor no son dos soledades que se encuentran; amor es renuncia; amor es renuncia de mí, de mis días, de mis noches…y entrega a otro corazón que convoca los misterios de la vida. El amor parcial no existe. El amor sólo existe en total, es la mirada total al Universo desde unos ojos que reniegan de aquel ser que los porta. Mas, ¿cómo entregar estos alientos del espíritu, estos encajes de dudas, estas rarezas identitarias a un espíritu que no es ni día ni noche, que es siempre el eclipse cansado de divagaciones?

jueves, 17 de diciembre de 2009

Ave de débil conciencia

Cuando el ave de alas cálidas acuda con su pico a comer de las mentes desnudas, hallará tan sólo pompas engañosas y vacías.

Morirá famélico y joven; morirá para siempre incomprendido el anhelado pájaro que salió de entre el barro.

Con ojos vacíos mirará leve, sombrío el volar de la prisa; olerá tan sólo el último aliento de la ira.

Morirá entre basura; mas su sangre, al final siempre pura, tenderá a resurgir de entre esas brumas.

Ave de hielo, ave de fuego; ave que vive fuera y dentro.

Pero de la nada nacerá nuevamente, esa llama prenderá, sucumbirá al reclamo de unos ojos, unos labios vivos, que escucha que le hablan; atenderá cualquier llamada, pues con ella se incendia el alma.

Ese es el destino humano: siempre muriendo, y siempre resucitando.

Límites


Querría ser viento, para cantar cómo suena su cuerpo cuando pasa fugaz entre los árboles.

Querría ser sol, para contar cómo siente cuando acaricia los rostros pálidos de los transeúntes.

Querría ser mar para, en un abrazo de brisa, arropar los cuerpos y volverlos risa.
Querría ser lluvia para arrullar las mentes en leve caricia, despertarlas al mundo y que olviden el disgusto.

Quería ser nube para encandilar con paso lento a estos seres ingenuos que transitan siempre gemebundos.

Mas me veo limitada en el contorno de este cuerpo que siento tan mío y tan desconocido. Cuerpo efímero desde el que adivino, por quien tanto muero y tanto vivo.

martes, 15 de diciembre de 2009

...Y ella se volvió letra

Y entraba vacilante, temblorosa cada mañana al aula.
No era ella la que llevaba a los libros, sino que los libros, en un dulce vuelo, parecían arrastrarla.
Su mente, ese almacén de sabiduría inagotable que nunca supimos dónde terminaría.
Un cuerpo grácil como la risa, las manos latientes, los miembros finos, delicados, con esa virginal pureza de los seres aún no contaminados.
Le tiemblan las manos cuando acaricia las hojas de sus libros gastados.
Su mirada es dudosa, escéptica hacia el mundo, tan propia de las personalidades hermosas.
Pero algo en ella se eleva, algo flota por encima de las míseras cabezas, algo grande existe en ese mundo que ella piensa.

Palabra tras palabra, comentario tras comentario, mañana tras mañana, me alegra las jornadas con su delicada presencia, que humildemente habla; y con sólo despegar los labios ya enseña.

Lengua sensible, tierna, dulce; tan rigurosa y estricta que vacila hasta encontrar la palabra más correcta, que cuando no la atina, graciosamente tartamudea.
Siempre el mismo anillo decora su mano, que es casi libro; de sus orejas cuelgan siempre los tímidos arillos, elegantes a juego con su flequillo.

Un día su presencia se evaporará, volará allá al mundo de las ideas, de lo puro, de la verdad. Un día su cuerpo emprenderá un vuelo y volviéndose libro, página, letra... se evaporará; conocimiento entero, pleno, que es este frágil cuerpo de cristal. En ella la entrega, en ella el misterio, en ella la memoria del pasado, el futuro presagio. En ella... volviéndose letra.

SOL DE VIDA


El sol palpita tenue en la mañana que bosteza.
No aparece entre las nubes el ardoroso ojo de la estrella.
Queda el mundo anegado en paleta de grises,
donde los espíritus de la desilusión
esparcen ese polvo de desánimo
entre los cuerpos que viven.

El sol late sobre las existencias desilusionadas
en las mañanas pálidas,
cuando se adivina tan sólo,
se presiente entre esos cielos abandonados
el temblor de un astro que parece apagado;
se presiente cobarde en el cielo que miente.

Ese astro candoroso, misterio, duda, antojo.
Mi mente te busca,
oscilante entre tú y tu luz.
Devuelve nuevamente tu candor a mi carne,
fría carne en tu ausencia;
vuélvete a mis congeladas venas
en la falta de tu ardiente presencia.

Canto a un sol tras un cielo,
a esa bola que arde y en un estallido de luz
enciende mi sangre;
Canto a ese motor de vida;
a ese rojo misterio llameante
que encuentra alojamiento
entre el cielo y mis huesos,
que camina despacio pero firme
hasta un corazón que a su llamada gime,
que a su llamada tiembla,
habla, olvidando ya la pena.


(Propio)

sábado, 12 de diciembre de 2009

Destino de la carne


Desde que te he leído, desde que el azar ha querido que tus versos llegaran a mis manos, ya no contemplo mejor música para mis oídos. Porque has arrastrado hasta ti todos mis sentidos; porque son nulos a cualquier otra llamada de vida, de luz, de calor. Por tus palabras se me desvela un gran mundo, tu mundo: sabio, cruel, final, definitivo. Llenas mis horas con esa melancólica alegría de los espíritus solitarios, con esa triste lucidez del loco que despierta a la vida, con esa dulce lágrima que corre por una mejilla conmovida. Por tus ríos de letras, esos manantiales inagotables que todo lo conjugan, que todo lo delimitan y lo enuncian en sus justas realidades, conseguiste evadirme de las conversaciones más banales, de las explicaciones más vacuas, de los ruidos más estridentes, de los cielos más grises. Has inundado mis venas, mis pulmones, hasta mi recóndito sentimiento; y sólo emana de mis poros tu verso hecho carne: revivido tú, resucitado, vuelto a la vida en la inmortalidad de un poema.

DESTINO DE LA CARNE
“No, no es eso. No miro
del otro lado del horizonte un cielo.
No contemplo unos ojos tranquilos, poderosos,
que aquietan a las aguas feroces que aquí braman.
No miro esa cascada de luces que descienden
de una boca hasta un pecho, hasta unas manos blandas,
finitas, que a este mundo contienen, atesoran.

Por todas partes veo cuerpos desnudos, fieles
al cansancio del mundo. Carne fugaz que acaso
nació para ser chipa de luz, para abrasarse
de amor y ser la nada sin memoria, la hermosa
redondez de la luz.
Y que aquí está, aquí está, marchitamente eterna,
sucesiva, constante, siempre, siempre cansada.

Es inútil que un viento remoto, con forma vegetal, o una
lengua,
lama despacio y largo su volumen, lo afile,
lo pula, lo acaricie, lo exalte.
Cuerpos humanos, rocas cansadas, grises bultos
que a la orilla del mar conciencia siempre
tenéis de que la vida no acaba, no, heredándose.
Cuerpos que mañana repetidos, infinitos, rodáis
como una espuma lenta, desengañada, siempre.
¡Siempre carne del hombre, sin luz! Siempre rodados
desde allá, de un océano sin origen que envía
ondas, ondas, espumas, cuerpos cansados, bordes
de una mar que no se acaba y que siempre jadea en sus
orillas.

Todos, multiplicados, repetidos, sucesivos, amontonáis
la carne,
la vida, sin esperanza, monótonamente iguales bajo los
cielos hoscos que impasibles se heredan.
Sobre ese mar de cuerpos que aquí vierten sin tregua,
que aquí rompen
redondamente y quedan mortales en las playas,
no se ve, no, ese rápido esquife, ágil velero
que con quilla de acero, rasgue, sesgue,
abra sangre de luz y raudo escape
hacia el hondo horizonte, hacia el origen
último de la vida, al confín del océano eterno
que humanos desparrama
sus grises cuerpos. Hacia la luz, hacia esa escala
ascendente de brillos
que de un pecho benigno hacia una boca sube,
hacia unos ojos grandes, totales que contemplan,
hacia unas manos mudas, finitas, que aprisionan,
donde cansados siempre, vitales, aún nacemos”.

Vicente Aleixandre

viernes, 11 de diciembre de 2009

Vapor de ceniza


Debo decir que Vicente Aleixandre ha superado, incluso, increíblemente, a Albert Camus y a Hermann Hesse. ¿Por qué? Porque él hace filosofía en poesía, que me resulta mucho más elogiable. Es cierto que a palabra nos engaña, que la palabra reduce el mundo a simplemente unas letras, que lo delimita, lo empequeñece lo suficiente como para que quepa en nuestras limitadas mentes. En cambio, cuando leo a Vicente Aleixandre no leo sólo palabras; leo sentimientos. A veces, resulta ininteligible lo que dice, a veces las palabras no presentan coherencia, ni gramática adecuada; pero, en cambio, es en esas ocasiones cuando, más que leer palabras, más que interpretar el texto, lo siento. A través de sus versos puedo sentir como Aleixandre, puedo ver el mundo desde sus ojos, puedo mirar como si él fuera un espejo del Universo. Lo que más me gusta de su estilo es que no podría clasificarlo dentro de una corriente determinada, no sé decir si es optimista, si es pesimista, si es panteísta, si cree en la Unidad o en el Caos... Pero describe tan bien el mundo que siento que me rodea...Podrá parecer ridículo, aunque pienso que no, puesto que si fuera así no lo declararía, pero me emociono excesivamente con sus frases, incluso acuden a mis ojos intentos de llanto, un brillo tenue que denota una alegría tan profunda que sólo puede sentirse. Podría decir de él que es pesimistamente optimista, u optimistamente pesimista. Describe un infierno celestial, o un cielo infernal. Hay en todo él mezcla de amor y destrucción. El bien y el mal campan juntos por toda su poesía, mezclándose, confundiéndose. Sus palabras son como "vapor de ceniza". Son a la vez ligeras y pesadas, densas y fluidas, tormento y redención. Sin más, pasaré a trascribir aquí el poema que me parece el más representativo de su estilo y el que, personalmente, más veces he leído y releído, y siempre me deja con la boca abierta y el corazón encogido:

CRIATURAS EN LA AURORA
Vosotros conocisteis la generosa luz de la inocencia.
Entre las flores silvestres recogisteis cada mañana
el último, el pálido eco de la postrer estrella.
Bebisteis ese cristalino fulgor,
que como una mano purísima
dice adiós a los hombres detrás de la fantástica presencia
montañosa.
Bajo el azul naciente,
entre las luces nuevas, entre los puros céfiros primeros,
que vencían a fuerza de candor a la noche,
amanecisteis cada día, porque cada día la túnica casi
húmeda
se desgarraba virginalmente para amaros,
desnuda, pura, inviolada.
Aparecisteis entre la suavidad de las laderas,
donde la yerba apacible ha recibido eternamente el beso
instantáneo de la luna.
Ojo dulce, mirada repentina para un mundo estremecido
que se tiende inefable más allá de su misma apariencia.
La música de los ríos, la quietud de las alas,
esas plumas que todavía con el recuerdo del día se plegaron para el amor, como para el sueño,
entonaban su quietísimo éxtasis
bajo el mágico soplo de la luz,
luna ferviente que aparecida en el cielo
parece ignorar su efímero destino transparente.
La melancólica inclinación de los montes
no significaba el arrepentimiento terreno
ante la inevitable mutación de las horas:
era más bien la tersura, la mórbida superficie del mundo
que ofrecía su curva como un seno hechizado.
Allí vivisteis. Allí cada día presenciasteis la tierra,
la luz, el calor, el sondear lentísimo
de los rayos celestes que adivinaban las formas,
que palpaban tiernamente las laderas, los valles,
los ríos con su ya casi brillante espada solar,
acero vívido que guarda aún, sin lágrimas, la amarillez
tan íntima.
la plateada faz de la luna retenida en sus ondas.
Allí nacían cada mañana los pájaros,
sorprendentes, novísimos, vividores, celestes,
Las lenguas de la inocencia
no decían palabras:
entre las ramas de los altos álamos blancos
sonaban casi también vegetales, como el soplo en las
frondas.
¡Pájaros de la dicha inicial, que se abrían
estrenando sus alas, sin perder la gota virginal del rocío!
Las flores salpicadas, las apenas brillantes florecillas del
soto,
eran blandas, sin grito, a vuestras plantas desnudas.
Yo os vi, os presentí cuando el perfume invisible
besaba vuestros pies , insensibles al beso.
¡No crueles: dichosos! En las cabezas desnudas
brillaban acaso las hojas iluminadas del alba.
Vuestra frente se hería, ella misma, contra los rayos
dorados, recientes, de la vida, del sol, del amor, del
silencio bellísimo.
No había lluvia, pero unos dulces brazos
parecían presidir a los aires,
y vuestros cuellos sentían su hechicera presencia,
mientras decíais palabras a las que el sol naciente daba
magia de plumas.
No, no es ahora cuando la noche va cayendo,
también con la misma dulzura pero con un levísimo
vapor de ceniza,
cuando yo correré tras vuestras sombras amadas.
Lejos están las inmarchitas horas matinales,
imagen feliz de la aurora impaciente,
tierno nacimiento de la dicha en los labios,
en los seres vivísimos que yo amé en vuestras márgenes.
El placer no tomaba el temeroso nombre de placer,
ni el turbio espesor de los bosques hendidos,
sino la embriagadora nitidez de las cañadas abiertas
donde la luz se desliza con sencillez de pájaro.
Por eso os amo, inocentes, amorosos seres mortales
de un mundo virginal que diariamente se repetía
cuando la vida sonaba en las gargantas felices
de las aves, los ríos, los aires y los hombres.


Espero que no os haya decepcionado. Seguro que las expectativas de mi presentación han sido, no sólo satisfechas, sino superadas. Os recomiendo leerlo y releerlo varias veces, porque con cada nueva lectura experimentareis nuevas sensaciones.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Sentir en poesía


Ya no siento en suspiros, ni en llantos ni sollozos.
Ahora siento en poesía.

La sangre no corre sino que quema, abrasa,
gira y se retuerce.
Reivindica su presencia en alaridos de angustia.

La sangre espera
porque ignora aún que la vida es paciencia.

Cuando cierro los ojos el mundo se desvanece
en gotas de neblina que calan
cada resquicio de mi pensamiento,
convirtiéndolo en verso.

Me expreso en un latido impermeable
que se aúna
con el dios de lo terreno.

Porque mi dios tiene la figura del amparo,
la sonrisa de lo grácil;
su ser es viento
y su esencia volátil.

Mi dios sale por mis versos,
confirma su existencia
y se afirma con ellos
cada vez que con sed de pluma
me mira en las brumas.

He descubierto
mi asidero de luz
en el dios de la Poesía.

Mi mente destila en tinta
y se evapora,
volviendo a las nubes,
esperando a las auroras.

(Propio)

jueves, 3 de diciembre de 2009

Sobre el final de "Niebla"

Unamuno escribió Niebla en 1914. Es un libro espectacular. Me encanta la ligereza con que se lee, cuando trata unas cuestiones demasiado profundas. Quizás el mensaje que intenta transmitir es ese, que no ahy nada lo suficientemente importante, que siempre es momento para la broma. auqnue no me deja esa sensación; no intuyo optimismo en el libro. Intuyo hastío, desolación, tristeza, como si tras mucho reflexionar no haya llegado Unamuno a ninguna solución concluyente o, al menos, consoladora.

Al final Unamuno no da ninguna opción; no deja claro si es determinista y cree en el destino o si cree en el libre albedrío, en que el hombre es el autor de su propia vida. El personaje Augusto muere, pero no queda claro si por su voluntad de morir o porque el Creador, escritor, Unamuno, quiso matarle.

No obstante, creo que Unamuno aboga más por la corriente de Schopenhauer que por la de Nietzsche. Una corriente existencialista como la de Nietzsche no se plantearía si esta vida es un teatro, si existe el Destino o no… se plantea existir de la mejor forma, mientras seamos conscientes de que existimos. Schopenhauer habla de la Unidad, del hombre infeliz e insatisfecho porque su ser aspira a la Unidad y no la encuentra en este mundo caótico. Schopenhauer ofrece una visión pesimista, el hombre condenado eternamente. Sigue bastante la línea iniciada por Platón de dos mundos: el mundo real y el de las ideas.
El hombre, como ser que viene al mundo real procedente del mundo de las ideas, y que siempre está frustrado porque vive anhelando aquel mundo armonioso que dejó y al que aspira volver. Nietzsche no cree que el ser esencial del hombre busque la unidad, sino que también el alma se ofrece en una multiplicidad de formas. Para Nietzsche no existen dos mundos, sino uno sólo, el real, que contiene lo bello y lo horrible. En el mundo real está todo, no hay que esperar fuera de él.

Como puede verse, esta visión es mucho más optimista.

Vicente Aleixandre refleja muy bien este paradigma, esta polémica: “El mundo encierra la Verdad de la vida, aunque la sangre mienta melancólicamente”. Y es que la poesía está repleta de filosofía. La Verdad está aquí, en este mundo; aunque a veces el alma sienta anhelos, aunque a veces se sienta lejana, divague, nos intente confundir.

La Verdad hay que buscarla en este mundo, porque el alma, los sentimientos y todo lo demás es parte de este mundo. Sólo si creemos esto podremos percibir un presente vivo, que se regenera, que no muere. Sólo de esta forma podremos apreciar un pequeño gesto o un pequeño detalle, y encontrar en él las Grandes Ideas. Si pensamos que las Grandes Ideas están alejadas, están en otro sitio, es difícil acceder a ellas…estaremos siempre frustrados, condenados a la inactividad, al desengaño perpetuo, porque no intentaremos nada que creamos con alta probabilidad de fracaso.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

"Paraíso inhabitado" de Ana María Matute

Dice Ana María Matute (o uno de sus personajes) en "Paraíso inhabitado" (libro sublime, que transmite la inocencia, ingenuidad y pureza de la infancia) que:

"No era sólo su belleza lo que me ataba a él; había belleza en todo lo que nos unía".

"Me pareció una razón bastante buena, aunque sin comprender muy bien por qué. Todo lo que él decía, a pesar de que a primera vista me pareciese más allá de cuanto hasta entonces sucedía o había escuchado en mi entorno habitual, acababa siendo razonable y, sobre todo, verdadero".

"Existían dos mundos: el nuestro y el que aún intimidaba y, a veces, daba miedo".
Esta me parece una gran reflexión, porque alguna vez me he planteado si el amor debe dar miedo; o, mejor, por qué siento miedo hacia el amor, si el amor es algo tan bonito.

¿Quién dijo que el amor era bonito? Seguro que algún tonto, que creyó estar enamorado y sólo sentía un mísero aprecio hacia alguien de su alrededor. Amar es sentir miedo, y frío, y angustia, y cobardía, y temblores; y sentir un corazón que se ha parado, y sentir todo, y sentir nada. Porque el amor es miedo al abandono, miedo al ridículo, miedo a sufrir, miedo a no estar demasiado pletórico, miedo a no gustar, miedo a que acabe algún día.
El amor es sentirte afortunado, y querer ser la fortuna de la persona amada. Es un impulso, que te hace sentir pequeño, porque siempre quieres dar más, y siempre quieres ser mejor; porque amar a alguien es querer ser lo mejor que esa persona pueda tener. Sientes frío porque ninguna de sus caricias ni de sus miradas es suficiente para calentarte porque, cuanto más calientan, más enfrían.
No sabes qué hablar, ni qué decir, sólo sientes una alegría extraña. No es comodidad, ni estabilidad; eso es para los amigos. Es una llama, que quema mientras está.
Una llama que arde fuerte, pero que es frágil al soplido del viento; que con un soplo podría extinguirse. Es un fuego, que comienza siendo una pequeña llama, pero que crece cada vez más, que se hace fuerte y, si se apaga, siempre quedarán las cenizas para recordarnos lo que hubo allí. El amor es miedo y frío, al menos al principio.
Pero no es un miedo como otro cualquiera. Es un miedo que transforma y es transformado. Es un miedo que, si lo sabemos utilizar, se transforma en valentía, incluso en temeridad. Es un miedo que cuestiona cosas, y que se cuestiona a si mismo; que frena y empuja, que nos hace crecer. Es un miedo tan grande que, cuando nos libramos de ése, ya con él han sido arrastrados todos los demás.

A veces las cosas más absurdas, más inverosímiles, pueden ser las que nos hagan más felices. Y no sólo eso, sino que quizás son sólo esas cosas pequeñas y absurdas las que nos den la felicidad.
Decía Albert Camus que "La feliciad y lo absurdo son dos hijos de la misma tierra".