jueves, 26 de agosto de 2010


YO FUI

"Yo fui.

Columna ardiente, luna de primavera,

mar dorado, ojos grandes.
Busqué lo que pensaba;

pensé, como al amanecer en sueño lánguido,
lo que pinta el deseo en días adolescentes.
Canté, subí,
fui luz un día
arrastrado en la llama.
Como un golpe de viento
que deshace la sombra,
caí en lo negro,
en el mundo insaciable.

He sido".

Luis Cernuda


He sido. Haber sido debería bastar. Haber sido el rostro del deseo, la destrucción de la llama, el viento que arrastra.
Debería bastar.
Pero nunca basta.
El que conoce el poder de la llama, no puede vivir sin su fuego.
El que conoce la brisa del viento no puede ya apartarse a una vida enclaustrada, donde ningún aire mezcle ya sus cabellos.
Persigue el aire aquel que olió un día, como único aliento que exhalara el oxígeno vital que insufla sus venas de vida.
El que conoce el rostro que tiene el deseo, cuando travieso busca víctimas en las que depositar sus tentaciones, persigue infatigable aquella sombra, pues deseo puede ser el único temblor que moviera sus instintos.
El que conoció anhela.
El que sintió recuerda y desespera.
Yo quisiera ser en el mundo asceta:
Olvidar que la sangre me hierve a borbotones en las venas cuando añoro esa presencia.

Propio


miércoles, 11 de agosto de 2010

Podría



Las estrellas podrían ser de nieve, cuando me separa apenas la distancia de unos pasos y es tan lejano el destino pretendido.
Podría decirse del sol que está hecho de hielo, cuando las voces invocadas no llegan porque se pierden en sendas equivocadas.
Podría el mar volverse brisa, helada siempre, por supuesto.

Podría en mi mente describirse el mundo congelado; quieto, parado, esperando cual penitente espera su irremediable condena, pues, con la partida, se abre el mundo del por qué, del cambiará, del se arrepentirá, del buscará sus huellas.
Podrían mis venas identificarse con serpientes de agua que corren distraídas, buscando un mar donde irse a realizar.
Podría definirme con la lluvia: fría, cayendo del cielo, esperando tocar tierra para sentir el asfalto ardiendo.

Podría.

Y podría también dejar mi puerto, y mi espera, y navegar en otros mares.
Y podría también decir que tengo ganas de renacer.
Podría decir que, en momentos, me siento nueva el alma, más nueva que cada noche se siente la primera estrella.
Siento inédito mi reflejo en el espejo; novedad, pureza, aspiración, sueño.
Podría decir que tengo realidad y sueño colmándome las pestañas. Y que, a veces, esa realidad o sueño estalla, y me nubla las pupilas de nuevas esperanzas, que me visten las auroras de promesas renovadas.


Propio

sábado, 7 de agosto de 2010

La música de los cuerpos

Quiero que vengas a llenarme minutos con suspiros que serán, en nuestro espacio,
no de aire, sino de piel curtida por ardor de besos silenciados.
Las pasiones se hundirán bajo el hueco cóncavo que dejarán las huellas de nuestros pasos en las playas donde los amantes acuden a buscar tentaciones.
Hundiremos las pasiones muy hondo, a fuerza de apretarlas
entre los huesos, o carne, o sal, o trémulos envites de vidas desatadas.
A mis agostos tórridos te requiero porque, entre el sol que esplende,
necesito tus ansias rodando por mi vientre.
Un aire de vida aún quiere volar o, más bien, rodar, al son de unos acordes
salidos del pentagrama de los dioses.
Cuando la música se vuelve inarmónica,
cuesta creer en los amores que encajan en alguna órbita.
Busco notas distraídas, sin intenciones de enseñarme sus manías.
Instante de silencios desacordes.
Que me llenes, que me apagues las desgastadas noches
que, de tanto mirarlas pasar lentas,
se van difuminando sobre mi lecho de esperas.
Humedades de sudores, poros de ensueño,
surtidores de los que mana vida, agua de ebriedad que beber quiero,
de fuego, o de hielo; de carne al fin:
de muerte o vida, realidad o cuentos.
Cólmame de sueño o imagen.
Cólmame, completa,
de lluvia a base de tormentas.
De manos suaves que me dibujen lenta,
parte a parte; de mutuas caricias flameantes
que nos lleven al Universo de las casualidades causales.
Los días son materia
que corre mientras el tiempo nos va marchitando las ganas.
La sangre apremia
y quiere fluir como río que cala la tierra;
no quiere derramarse gota a gota
en cuerpos cansados de ser tiempo sin historia.
Hartos de ser sencillamente entes que se mueven.
Hartos de ser materia viva arrastrada por tierras estériles;
materia que nació para elevarse y se ve reptando cual serpiente.
Vísteme la piel de tus pulsos latientes,
apriétame la sed entre tus desiertos calientes.
Viértete sobre mi boca silente.

Propio