lunes, 28 de julio de 2014

Amapolas

Cuando las noches amamantan de lo etílico las huestes de luchadores que,
sin patria ni destino
se hacen llamar hombres.
Cuando de la luna destilan vapores de somníferos
que les abstraen y les convierten en semidioses
evoco eso que me hace sentir verdad
y, entre susurros de plumas, sobrevuelo
por encima de todos ellos,
encontrándome siempre a mí misma un poco más allá.


Los miro, escucho y,
a pesar tanto y tanto que hablan,
sólo escucho al silencio.

Cuando a la pintura se le unen unos centímetros de más,
algún que otro valor de menos
y los sedientos de aventuras buscan su Isla del Tesoro
entre el polvo de lo que parece transformarles
evaporando sus penas y miedos,
que no son sino en el fondo más que la propia condición de su ser terrenal,
de su destino fatal:
la condena a morir en barro entre recónditas amapolas
que jamás sabrán quiénes fueron
ni a qué entregaron sus horas,
porque jamás se preocuparon de hablarles
cuando las vieron tan solas.


Evoco. Carne y plumas se aúnan para encontrarme con vosotros.

Y me definen exacto cuanto ven mis ojos, en aquellos otros: Seres de frío, seres de llanto, seres de hastío, seres de barro. Seres creados, seres de espanto.
Víctimas de todo pero, también, a la vez, culpables de algo.

Cuando a la luna se le unen conjuros a alguna Deidad, llámese por sustantivo antiguo, o llámesele por los nuevos:
Deidad de lo efímero, de lo pasajero,
pero siempre, antigua y eterna Deidad del Vicio.
Consumo, consumismo; sexo, sexismo; ego, egocentrismo; ideal, idealismo.
Maldita Deidad tan adorada, que todo cuanto toca lo acaba convirtiendo en -ismo.

Cuando pare el cielo estrellas que se apagan solas,
me escondo entre los otros y hablo a mis amapolas:
tan aparentemente tristes y tan solas.
Tan normales y tan misteriosas.
Tan sensibles y tan valiosas que, sin embargo, estarán cuando
mis pies de barro se vayan de nuevo a su destino originario.

Hablo a mis amapolas, las que siempre están;
las que me recuerdan que hay más.
Que, por mucho que suceda, ellas estarán.

Amapolas, a aquellos que, entre el ruido,
pararon al verlas tan solas. 


 
 
Creación Propia