lunes, 20 de septiembre de 2021

"Réquiem por un campesino español", por Ramón J. Sender

 





El sentimiento de culpa, el remordimiento, la responsabilidad de hacer un Réquiem a ese campesino cuyo bautizo, comunión, confirmación y boda oficiaste...
Mosén Millán, sacerdote, confidente, enviado, divulgador y, tras todo, persona.
Paco, ese campesino humilde cuya vida se vio marcada, precisamente, desde el momento en que acompañó a Mosén Millán a dar la extremaunción a un enfermo que vivía en una cueva, donde las condiciones de habitabilidad eran pésimas, y la vida no era más que una lucha por la supervivencia. Un punto de no retroceso, que llevó a Paco a perseguir la igualdad humana durante todo el resto de su corta vida.
Una novela breve, que nos atrapa desde el primer párrafo, por la humanidad de sus protagonistas, y sus dificultades para tomar la decisión moralmente acertada en una España, de nuevo, dividida de forma irracional entre extremos cegados por el odio y las ansias de poder.
"Réquiem por un campesino español", de Ramón J. Sender.
Y, para profundizar un poco más, os recomiendo una entrevista estupenda, por la calma, cercanía y reflexividad que emana de Ramón J. Sender, realizada tras su vuelta a España después del exilio, en 1976, conducida por Gonzalo Herralde, disponible en este enlace:

"Nada", de Carmen Laforet

 






Fin de semana dedicado a Carmen Laforet.
Cuando se cumplen 100 años de su nacimiento (el 6 de septiembre de 1921), sigue siendo un verdadero placer leer autores que nunca pasarán de moda.
Clásicos que dotan al lenguaje de toda la verdad y determinación que su intrínseca limitación permite.
Ha sido un gusto pasear y perderse por esta novela repleta de metáforas capaces de transportarnos a esa Barcelona de postguerra, vista desde la Calle Aribau, y desde los ojos de Andrea, una adolescente cuyas expectativas se ven aniquiladas por la sombra de belicismo aún imperante, en sus paisajes y en sus personas.
Una Nada repleta de causas y motivos vacíos, una España gris tras una Guerra vacua.

jueves, 9 de septiembre de 2021

En globo

 

Ver un globo aerostático en el cielo, con esa silueta redondeada, siempre me traslada a la infancia.
No sé exactamente por qué, pero siempre me vuelven esos pensamientos de cuando era niña: cómo lograba mantenerse ahí en el cielo, volando y sin caerse, sólo a base de fuego; quién lo dirigía; cómo se conducía, o dónde había que conseguir la licencia para hacerlo...
Pero sobre todo, me preguntaba cómo sería ver las cosas desde tan alto, con perspectiva, desde fuera de ellas mismas: mi pueblo, mi barrio, mi casa, incluso cómo me vería yo misma, desde ahí arriba.
Hoy, sigo reflexionando sobre la necesidad de mirarnos, a nosotros mismos y a todo lo que nos rodea, desde fuera, desde lejos...
Como si estuviésemos en un globo aerostático que asciende más allá de nosotros mismos, de nuestras rutinas y nuestros conceptos predeterminados acerca de lo que son las cosas.
Mirarnos, desde donde los prejuicios no existan porque aún no se han inventado; donde cada cual se respete a sí mismo, se conozca, reconozca y se ame, como reconozca a sus iguales.

Fuegos artificiales

 






Esos fuegos artificiales
que estallan en tus ojos
cuando me miras de reojo
fingiendo que no fuimos nadie.
Un ruido atronador
jugando a ser sordo
mientras una sonrisa se adivina
entre mis comisuras
y tu antojo.
Toda la escala cromática
entre luz y polvo,
porque ya no hay trampas
ni escala de grises
donde ocultar quiénes somos.
Patricia Gómez Sánchez