lunes, 9 de abril de 2012

Sobre todo, descolocarte

Cuando vuelvo sobre mis pasos, siempre permaneces en ese fondo, en esa oscuridad luminosa que me recuerda el camino de vuelta, a mí, a ti, a nosotros. Me devuelves a mi yo más puro, más mío, más seguro.

Porque a tu lado los minutos parecen deslizarse entre las palabras, jugando un escondite que no conoce las reglas de la mentira, que no conoce las falacias entre los labios, esos, donde solo se adivinan besos.

Y me cuentas de tus cosas, y yo te comento las mías… te resumo en retazos mi vida, en bocetos de mi existencia me vas intuyendo, adivinando, conociendo.

Y mientras las palabras nos cubren, en silencio exploramos la verdad más ciega, jugando como niños a atrapar lo que camufla un movimiento: el gesto de tus cejas, los pasos lentos, ese suave aire que saboreo mientras te contoneas envuelta en misterio, tu dudar cuando pierdes la mirada, tu mente ausente que con monosílabos me calma, los comentarios que se te escapan, que se vierten de tu boca, porque eres ese lugar donde todo cabe, que todo lo atrapa, que con un giro de llave se desborda y me colma, y habla, y enseña; ese lugar al que se conoce y se adora.

Adivinarte me gusta, interrogarte, me gusta tantearte y aún más intrigarte. Me gusta no conocerte y sentirme así; apenas saber retazos de tu pasado, fugaces destellos de tu presente, nada en absoluto sobre tu destino, y aun así sentirte tan mío y aún así poder mirarte fijamente sin tambalearme. Me gusta hablarte, callarte; me gusta, sobre todo, descolocarte.

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