domingo, 3 de julio de 2011

El poeta

El amor, la vida, la muerte, la pasión... Universos dispares, realidades tangentes, palabras enredadas, entremezcladas, profundamente imbricadas; pues pasión es amar algo hasta olvidar la vida.

Arte: Eso que hace que olvidemos la contradicción, alas que nos permiten volar a otros horizontes, amar sin objeto, sentir sin ser en el que depositar el sentimiento. Arte, sin más ni más que aquí y ahora.

El segundo es el terreno, la sensibilidad la pluma, lo instantáneo que fluye inconmesurable por los abismos de la prisa. No hay arte concienciado ni pasión dialogada. No hay artista más allá de los surcos de la prisa, ni tras lo que quiere avasallar el universo de un soplido.

Es el arte la impaciencia de la palabra helada que fluye por caminos inciertos, que busca refugio en el papel, que queda marcada a fuego en cada poro de la piel.
Es esa palabra que surge, siempre espontánea, esa que arranca un vahído al alma, que saca una espina a la voz callada, esa que vierte la desnudez en la mirada. Es esa: la auténtica palabra.

Y aún a esto dirá el poeta, esquivando la mirada:
No hagáis caso de lo que predico, pues no esconde mi poesía más que ilusiones vagas, mentiras embellecidas que adornan la velada, que hacen tierna la vida airada. No escuchéis consejo de mi espíritu atormentado, obviad mis teorías como conciencias vanas. Falacia es mi Verdad. Verdad en la que vivo. Verdad en la que muero. No miréis mi vida y me admiréis con anhelo. Mis palabras son tan sólo mi consuelo.

Si queréis algo verdadero, buscad en el fondo de vuestro corazón cierto. No hay nada más verdadero que lo que es verdaderamente vuestro.

Creación propia

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