miércoles, 9 de noviembre de 2011

¿Hacia dónde vamos?


Hablaba algún poeta de las "soledades compartidas". Yo, en su momento, me planteé cómo sería posible compartir la soledad sin que el mismo concepto de soledad desapareciera al ser compartido. Con el tiempo, me he ido dando cuenta de que la verdadera compañía es aquella que nos permite compartir la soledad. No sirve de nada eso de anularse entre la masa, no existe consuelo verdadero cuando nos sumergimos en el anonimato para poder actuar entre la gente.. Una compañía de verdad, alguien con quien sentirse seguro es aquel ser con quien podemos compartir una soledad, una desesperación, al fin, una individualidad. Pero es difícil encontrar una compañía entre el tumulto, entre tantas voces, tantas presencias, físicos, superficialidad, teatro, duda, escepticismo...

Muchos prefieren seguir siendo ellos, seguirse sintiendo solos y por ello se aislan del ruido, de las congregaciones, de los escenarios que confunden, donde uno se confunde con otro, con otra, con otros, con cosas, con objetos, luces, sonidos, con el circo de luces que le rodea, donde se siente investigado hasta el más mínimo detalle.
algunos eligen aislarse, sentirse solos; pero, de todos, ninguno aspira a quedarse con su soledad a solas eternamente, sino que ese espacio de soledad les sirve para recordarse útiles, estimables, presentes, vivos, preservados y, al final de todo, únicos. Hasta que viene una nueva tentación, la de compartir su soledad con otra soledad que, al mismo tiempo, en el mismo espacio temporal, se queja, desespera y siente.
Tal ves en la actualidad las redes sociales sirvan mucho para eso para lo que antes servían las cartas, la poesía, o la correspondencia. Es ese espacio donde se da rienda suelta a las emociones, complejos, vergüenzas,inquietudes, gustos, aficiones... El mundo real existe, sí, por supuesto, pero existe ahora más que nunca sin nombre, anónimo, sin forma, sin destino ni futuro definido ni querido; y salir a él es salir a una masa informe, donde nadie parece conocer a nadie y donde todos andamos a la defensiva.

Pero el mundo de las redes sociales puede parecer otra cosa. Ahí las conversaciones son de a dos. Son soledades lo que se comparte. Son individuos distantes los que hablan, que ni siquiera pueden tocarse, mirarse o sentirse, pero que pueden hablar, que pueden decir cosas a otro, que tal vez más se las dicen a sí mismos. Es un espacio donde se encuentra comprensión y entendimiento, libertad. No hay miedo porque no hay presencia, no hay compromiso porque nosotros elegimos cuando todo comienza y cuando acaba. Pero muchas veces olvidamos que tampoco hay verdad porque falta el sentimiento que transmite la presencia viva, aliento, respiración, ojos, miradas, realidad sensitiva... Parece existir todo cuando, en realidad, puede no existir nada.
¿Qué es lo que está sucediendo? Falta cercanía, falta entendimiento. Sobra crecimiento y tecnología. Muchos filósofos modernos hablan del decrecimiento, una teoría según la cual debemos volver a los círculos más pequeños. La gran red de Internet nos sirve para buscar cercanía en la distancia. Una paradoja, como tantas otras. Lo natural sería buscar cercanía entre lo cercano, pero el mundo está difícil; entre la complejidad del mundo la red nos permite simplificar, el exceso de tecnología, la ampliación de horizontes, el quebranto de las leyes físicas nos sirven, después de todo, para volver al principio, para regresar, para retroceder.

¿Sería lo conveniente no haber partido nunca? Yo pienso que no. Es necesario haber recorrido el camino para volver al principio con convencimiento y seguridad. Es necesario haber agotado todas las capacidades, haber vislumbrado el límite, la frontera, haber logrado el reto para darse cuenta de que nos gustaba nuestro estado primero.

Decían algunos historiadores que la Historia es cíclica, que se repite, que las etapas vuelven, que es necesario recorrer todas para darnos cuenta de que hemos regresado, al final de todas, nuevamente a la primera. Tal vez éste sea el momento. Tal vez sea hora ya de ignorar muchas cosas y volver a muchos orígenes. Tal vez a muchos les cueste mucho tiempo comprender esto; tal vez el tiempo que les lleve coincida con el que tardan en sufrir las consecuencias.

Recomiendo la lectura de "Un mundo feliz" de Aldous Huxley.

No hay comentarios: