martes, 22 de septiembre de 2009

PRESAGIO

Hay olor a miseria por todas partes. Hay putrefacción y muerte. Las sombras de la nada se baten sobre los inciertos cielos del vicio. Hay personas que ya no son personas, sino gusanos que se arrastran ante cualquier trozo de algo fresco, de algo auténtico. A una palabra sincera, acuden como buitres cientos de seres andróginos, que ya no se sabe si son hembras, machos, hombres, monstruos o enanos. Cuando el cielo se nos desploma llamamos a las puertas de la superstición. Cuando la vida se nos va consumiendo, nos entrometemos cual parásitos en otras vidas, para así saciar la sed de agua que dejaron las gotas de vinagre rancio. La religión ha prescrito y no tenemos una filosofía que nos sostenga. Los ídolos se han derrumbado y no nos encontramos dentro de nosotros. Cuando apenas existe en el mundo una sonrisa sincera, no la reconocemos porque tenemos los ojos lodados de inmundicia y morbosidad. Nuestras manos no atinan ya a apreciar la suavidad de una caricia; no aspira nuestro olfato el olor de la lluvia, ni el perfume de la naturaleza; nuestros oídos no oyen la armónica melodía del Universo.
Hay miradas que no miran, sino usurpan, roban y despedazan. Hay ánimos que no animan, sino exterminan. Esto no es tierra, sino un vertedero de excrementos, donde fermentan al sol las ilusiones que se nos han ido cayendo por el suelo.
Este es el lugar donde el hombre se va autodestruyendo, poco a poco. Este es el lugar donde se autocastiga, por pecar, por caer, por tentar. No hace falta nada más, este es nuestro principio, y nuestro fin. Es nuestra bendición y nuestro tormento. No esperemos más.
Ojalá el olor hediondo siga saliendo, inunde todo, nos asfixie lentamente. Ójala, pues tal vez así asumamos que nuestro cometido es otro.
Un día muchos brazos se alzarán por encima del estiércol reclamando algo. Empuñarán banderas tejidas con lágrimas. Pero no serán brazos fuertes ni firmes; serán los brazos de aquellos que dudaron, de aquellos que reclamaron algo, siempre; los brazos de aquellos que presagiaban que algo estaba pasando.

PD: Atendiendo a mis reclamos

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