lunes, 1 de diciembre de 2014

Como si no tuviera ganas...

Andaba perdida en un mar de dudas,
divagando en mis manías,
cuando te asomaste al balcón de mis sueños
para recordarme
que también fui estrella un día.
Que aún me quedaba calor
y que, todavía,
recóndita,
me aguardaba la ilusión.
Y me incitaste,
y me quise yo también asomar a tu balcón:
a ese infinito crepitar
de caracolas enclaustradas
en espejos de ideas:
Que se amasan,
que se agolpan,
que desesperan
y se agostan.
Ideas tan bellas
y tan rotas.


Me asomé lenta pero segura,
indecisa y decidida,
todo a la vez.


Fui asomándome despacio
y, poco a poco,
olvidé el camino para volver.


Por asomarme demasiado,
creo que me enamoré.

 Mariposas calladas
a fuerza de esperar y esperar,
a fuerza de silenciar
esperando que llegue
lo que parece no llegará jamás.

Somos,

Mariposas que juegan allí:
en batallas perdidas de antemano,
en espacios vacíos
decorados de añil,
donde el telón ya se ha roto
y no hay espectador
que crea que llegará nunca el final feliz.
Ni siquiera el final.
Esto es siempre rodar y rodar
y volver de nuevo a empezar.


Y, aun así,
quedándonos ganas para sonreír.

Quererse, y parecer morir.
 
Siluetas difusas
que se me aparecen en las noches desveladas
a deshoras,
cuando transito ese espacio
que no es tuyo ni mío,
cuando me despierto en una pesadilla
y sé que tú pudieras
también andar en ella.


Quisiera, en ese momento,
tenerte
cercano y al lado.
Sentir tu calor y darte la mano.
Quisiera, en esos momentos, 
poder llorar a tu lado.

Me dices que me relaje y me tranquilice
tantas y tantas veces.

¿Y cómo puedo hacerlo,
si no soy capaz
de vivir alejada de tu misterio?

¿Cómo me relajo,
si cada vez que encuentro,
pierdo … pierdo …
y siento
tantas veces
que cada cosa que toco,
cuanto más la quiero,
mayor es el miedo
a que se me caiga de las manos?


Me dices que me relaje, pero, dime,
también,
¿cómo lo hago?

Me miro las manos,
a ver si con ellas pudiera hacer algo:
Manos vacilantes,
miedosas, manos de amor,
manos de barro,
pequeñas, débiles,
manos asustadas, también altivas y capaces,
manos rutinarias, vacías
simples, complejas,
manos tan de humano.

¿Todo dependiendo de ellas?
Todo, siempre,
al arbitrio ilógico, irrazonable...
Todo, en el azar
de la ruleta de las casualidades.  
Sin poder hacer nada
para que todo cambie.

Solo mantenerme, como si no pasase tanto,
como si no quisiera, como si no amase,
manteniéndome como si no tuviera
unas ganas locas
de volver a desesperarme.

Creación Propia

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