viernes, 3 de abril de 2020

¿Por qué?

Cada mañana, me asomo a la ventana y veo el cielo. 
Le saludo y nos damos los buenos días. 

Y pienso:
Qué antítesis tan cínica: 
la libertad, ahí, reverberando en todas las paredes de mi casa, 
y yo, apocalíptica,
transeúnte que vaga perdida
entre las noches y los días.

Un alma libre y enjaulada. 

Y si sólo fuera eso… 
Cada noche, en el silencio, apago la luz 
y siento: 
¿qué pasará mañana? ¿Al otro?
Aunque, casi, esos sí que los supongo.

Lo dramático es otra cosa: 
¡Qué humanidad tan deshumanizada! 
¡Qué realidad tan escabrosa!

Y me cuestiono:
¿Qué ambiente enrarecido y extraño me esperará cuando, 
por fin, podamos abrir la valla? 

¿Cuándo se podrá un abrazo, 
desde el fondo? 
¿Cuándo podremos quitarnos las mascarillas del alma? 
¿Quién se responsabilizará de esto? 
¿Habrá algún beneficiado en esta matanza? ¿Cómo se miden las pérdidas? 
¿A cuánto va cada vida humana? 

Cada vez pasan más días, 
y me siento más desinformada. 

¿Por qué?
¿Dónde está la causa?

Patricia Gómez Sánchez 
(2/4/2020)

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