viernes, 19 de febrero de 2010

CONDENADA

Ojala encuentre algo que me inunde el ser, algo que me anule, algo que me haga desaparecer; que borre mi capacidad de juzgar, mi capacidad de razonar.
Ojala alguna vez, algo, pueda anularme el pensamiento, embriagarme hasta hacerme perder el intelecto: la noción del bien, la noción del mal, la noción de lo justo, de lo racional.
Ojala algo me anegue los sentidos hasta el punto de hacerme olvidar y entregarme al destino.
Ojala encuentre una causa a la que entregarme con todas mis fuerzas, algo que me una a la naturaleza, algo que sea inevitable, necesario, eterno, irremediable.
Ojala algún día encuentre una acción de la que no poder responsabilizarme.
Ojala algún día no pueda llorar ni reír porque tenía que ser así.
Ojala algún acontecimiento me llegue sin más, se me presente sin darme oportunidad.
Quiero ser esas alas que volaron hace generaciones hacia horizontes soñados, sin preocuparse del futuro ni del pasado. Esas alas atrevidas, valientes, que se embarcaron sin miedo de ruinas ni de daños.
Quiero ser ese viento que sopla sin saber dónde irá y que nunca reposa.
Quiero ser ese pájaro que se deja mecer en el viento, de suaves plumas y peso ligero.
Quiero ser esa rama arrastrada por la corriente que jamás dio explicación de sus viajes.
Quiero ser como ese silencioso rumor que hacen los besos cuando tan sólo se insinúan, cuando tan sólo se lanzan a una curiosa aventura.
Quiero ser latidos de luna, que empujando deseos, laten sin mesura.
Esa rodada hoja que rueda sola, sin planes, sin preocupación y sin explicarse a nadie.
Esta razón me está agobiando, me está rompiendo el corazón. Por miedo de daños, por miedo a los años, por miedo a depender de unos labios, por miedo a entregarme demasiado, por no saber dónde estará el punto exacto.
Invoco a esa gota de destino que acaso debe guiar a cada individuo; invoco a que me ilustre un poco de verdad, a que me alumbre alguna franja de serenidad.

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