martes, 17 de noviembre de 2009

Pulsión entre vida y muerte


Tiene Bataille un libro que se titula “Las lágrimas de Eros” y es realmente cautivador. En él, habla del erotismo y la muerte. Sigue la teoría de Freud según la cual el instinto humano es un instinto de muerte; el ser humano es combativo, abrasador, destructivo. Es el debate clásico entre Eros (dios del erotismo) y Tánatos (dios de la muerte). Sólo existen dos formas de escapar de la vida: el sueño, el deseo, el desarrollo pleno y libre del instinto (Eros) y la muerte (Tánatos). El arte y el erotismo también son formas de evasión y, por tanto, han de andar siempre a medio camino entre el sueño y la muerte. Son la pulsión entre vida y muerte; por eso siempre hay algo de escabroso en el sexo, como en el arte. El arte pleno quema, consume, requiere energía, es fuerza, es deseo; es apasionado, o no es.
En la primera estrofa que pongo a continuación está reflejada esta pugna entre muerte y deseo; el águila que ama destruyendo, que ama los corazones mientras los estruja entre sus garras. Los dos fragmentos son de Vicente Aleixandre, cómo no, de la Generación del 27; éste es uno de los más surrealistas.

¿Por qué besar tus labios, si se sabe que la muerte está próxima,
si se sabe que amar es sólo olvidar la vida,
cerrar los ojos a lo oscuro presente
para abrirlos a los radiantes límites de un cuerpo?

El mundo encierra la verdad de la vida,
aunque la sangre mienta melancólicamente
cuando como mar sereno en la tarde
siente arriba el batir de águilas libres.
Las plumas de metal,
las garras poderosas,
ese afán del amor o la muerte,
ese deseo de beber en los ojos con un pico de hierro,
de poder al fin besar lo exterior de la tierra,
vuela como el deseo,
como las nubes que a nada se oponen,
como el azul radiante, corazón ya de afuera
en que la libertad se ha abierto para el mundo.
Se aproxima el momento en que la dicha consista
en desvestir de piel a los cuerpos humanos,
en que el celeste ojo victorioso
vea sólo a la tierra como sangre que gira.

Águilas de metal sonorísimo,
arpas furiosas con su voz casi humana,
cantan la ira de amar los corazones,
amarlos con las garras estrujando su muerte.

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