jueves, 26 de noviembre de 2009

Optimista

No sé por qué, hoy me he acordado de un pensamiento que tenía cuando era pequeña. Bueno, creo que sí sé por qué: porque estoy leyendo “Paraíso inhabitado” y habla de la infancia. Pues bien, a los diez o doce años aproximadamente, me gustaba mucho un chico. Me gustaba mucho, y yo pensaba que era imposible, inexplicable que gustándome tanto él a mí, no le gustara yo ni siquiera un poco.
Me parecía increíble que algo de mis sentimientos, de esos sentimientos desbordados que sentía no le hubiera alcanzado a él. Sentía que el destino, o alguna fuerza invisible, nos había juntado ahí, en ese instante, para que nos recreáramos en la contemplación de un “nuestro” paraíso inventado. Soñaba un mundo para los dos, en el que nos fundiéramos como un solo ser.
Aunque no hubiera muchas señales externas de que yo le atrajera, yo estaba convencidísima de que algo tan fuerte (el amor a esa edad también puede ser fuerte, aseguradísimo) no podía ser unidireccional.
Él tenía que sentir algo por mí. Después, crecí y me volví racional, se quitó gran parte de la magia infantil que hace la vida tan tierna y agradable. Entonces, pensé que el amor no correspondido es totalmente posible y que, además, puede ser muy habitual. Me reía cuando recordaba ese pensamiento infantil. Después me enteré que sí, que, efectivamente, a ese chico le gusté. Ahora, cuando vuelvo a esa infancia, ya desde otra óptica; y ahora que vuelvo a pensar en esa idea abstracta del amor, creo que no estuve tan equivocada.
Creo que el amor, el auténtico, cuando es real, cuando es intenso, cuando proviene del alma, tiene que ser bidireccional. Es decir, cuando tú amas a alguien con toda tu fuerza, cuando tú sientes el Universo emanar de ese amor, algo le llega a la otra persona. La otra persona siente eso que emana de ti, y percibe esa luz que transmiten tus ojos; y puede que mi visión sea demasiado optimista, pero esa persona que percibe tu amor, en ese instante, te ama.

1 comentario:

RuMBi dijo...

Me gusta lo que has escrito, y opino lo mismo que tú. Además creo que ese amor, que sentimos siendo "niños" es el más puro y sincero que puede haber, ya que aún no nos hemos dado cuenta de la realidad del mundo, y lo vivimos sin preocupación alguna...

Me apunto el libro, para leerlo ;)

Un abrazo!