martes, 22 de junio de 2010

Trémula

Acercas tu mano lentamente, intentando disimular el deseo que se esconde entre tus pliegues, y mi cuerpo responde, sin dudar, siempre.
Las sirenas del amor impenitente, sin pedir permiso a nadie, saltándose las reglas del mundo y de los hombres, se contonean como el aire. Los peces de colores despiertan las pasiones, lanzando llamadas desde sus mares de bronce y mi cuerpo, obtuso, se desliza tierno entre mi alma y tu mundo. Allí, el pensamiento olvida quién es; allá no existe nada que no se traduzca a lenguaje de placer. Tentación de perderme en un minuto, mientras todo gira entre sudor e impulsos. Pierdo la noción del tiempo y de mis contornos suavemente, al solo contacto de tu aliento en mis salientes.
Gastado instante lleno de promesas; nuestro amor se va forjando, mientras la pasión la vamos sudando. Se me frena el pulso cuando me recorres suave, y todos los dioses que habitan el mundo parecen emanados de este instante.
Paganos seres apagando deseo, echando ceniza al fuego que encienden los besos.
Sed de lluvia, por apagar las ideas que con frecuencia me inundan y me hacen flotar sola y en penumbra.
El agua que manas me apaga las dudas. En un solo segundo, me siento desolada y a oscuras y, frente a frente, me encuentro allí donde nadie me busca. Siento trémula la conciencia; más trémula que la misma carne.
Al volver a la luz, me devuelves el terrenal ruido, el vendaval de instintos que eres tú. Y vuelvo a cuestionarme la autenticidad de aquella luz. Tu boca silente me besa; mi espíritu aún permanece a la espera.

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