miércoles, 2 de diciembre de 2009

"Paraíso inhabitado" de Ana María Matute

Dice Ana María Matute (o uno de sus personajes) en "Paraíso inhabitado" (libro sublime, que transmite la inocencia, ingenuidad y pureza de la infancia) que:

"No era sólo su belleza lo que me ataba a él; había belleza en todo lo que nos unía".

"Me pareció una razón bastante buena, aunque sin comprender muy bien por qué. Todo lo que él decía, a pesar de que a primera vista me pareciese más allá de cuanto hasta entonces sucedía o había escuchado en mi entorno habitual, acababa siendo razonable y, sobre todo, verdadero".

"Existían dos mundos: el nuestro y el que aún intimidaba y, a veces, daba miedo".
Esta me parece una gran reflexión, porque alguna vez me he planteado si el amor debe dar miedo; o, mejor, por qué siento miedo hacia el amor, si el amor es algo tan bonito.

¿Quién dijo que el amor era bonito? Seguro que algún tonto, que creyó estar enamorado y sólo sentía un mísero aprecio hacia alguien de su alrededor. Amar es sentir miedo, y frío, y angustia, y cobardía, y temblores; y sentir un corazón que se ha parado, y sentir todo, y sentir nada. Porque el amor es miedo al abandono, miedo al ridículo, miedo a sufrir, miedo a no estar demasiado pletórico, miedo a no gustar, miedo a que acabe algún día.
El amor es sentirte afortunado, y querer ser la fortuna de la persona amada. Es un impulso, que te hace sentir pequeño, porque siempre quieres dar más, y siempre quieres ser mejor; porque amar a alguien es querer ser lo mejor que esa persona pueda tener. Sientes frío porque ninguna de sus caricias ni de sus miradas es suficiente para calentarte porque, cuanto más calientan, más enfrían.
No sabes qué hablar, ni qué decir, sólo sientes una alegría extraña. No es comodidad, ni estabilidad; eso es para los amigos. Es una llama, que quema mientras está.
Una llama que arde fuerte, pero que es frágil al soplido del viento; que con un soplo podría extinguirse. Es un fuego, que comienza siendo una pequeña llama, pero que crece cada vez más, que se hace fuerte y, si se apaga, siempre quedarán las cenizas para recordarnos lo que hubo allí. El amor es miedo y frío, al menos al principio.
Pero no es un miedo como otro cualquiera. Es un miedo que transforma y es transformado. Es un miedo que, si lo sabemos utilizar, se transforma en valentía, incluso en temeridad. Es un miedo que cuestiona cosas, y que se cuestiona a si mismo; que frena y empuja, que nos hace crecer. Es un miedo tan grande que, cuando nos libramos de ése, ya con él han sido arrastrados todos los demás.

A veces las cosas más absurdas, más inverosímiles, pueden ser las que nos hagan más felices. Y no sólo eso, sino que quizás son sólo esas cosas pequeñas y absurdas las que nos den la felicidad.
Decía Albert Camus que "La feliciad y lo absurdo son dos hijos de la misma tierra".

1 comentario:

Marina Casado dijo...

Me encanta tu gusto literario :)
Me leí este libro en verano y me resultó maravilloso (el primero que leo de Matute). Y me sentí muy identificada con la niña, porque a pesar de ser mayor, me sigue dando miedo el mundo de los adultos. Y, contrariamente a lo que opina la gran mayoría, creo que el amor es algo terrorífico de lo que siempre procuro huir...