viernes, 12 de marzo de 2010

Viajes en tren

Hay mucha gente. Por todos sitios la gente camina, corre, lee, escucha música o, simplemente, mira a su alrededor. Salgo a la calle, subo al tren y ahí, entre la multitud, me siento gente. ¿Serán ellos, también, como yo, conscientes de esto? ¿O seguirán sintiéndose los únicos dueños del suelo que pisan? ¿Seguirán aún con esa sensación de posesión, con ese aire dominante con que pasean por su casa?
El tren es el tránsito. Es ese lugar que les transporta. Que les transporta no sólo de casa al trabajo o al lugar de estudios, sino de un estado de su espíritu a otro. Casi todo el mundo viaja en tren viviendo un tránsito, sintiéndolo. Y en estos trenes que observo, y en los que yo también me transporto, veo un enfrentamiento de sensaciones: añoranza o espera. Unos añoran su hogar, el recogimiento. Otros esperan volver. Otros esperan llegar. Pero pocos sienten instante. Decía Camus que las personas tristes son las que ignoran o esperan. Ignorar y esperar es despreciar el presente. Son pocos los que no ven el tren como un tránsito.
El viaje dura poco, por lo que da pereza comenzar una conversación con la persona de al lado. Si durara mucho, la pereza vendría por el temor a llenar los espacios vacíos de conversación, los momentos en que las palabras se niegan a afluir.
El tren es cruce de miradas, es intriga, es misterio, es caos.
Cientos de vidas, de personas, de pensamientos que convergen y se unen en un mismo tiempo y lugar. Las personas dejan de ser personas para convertirse en mercancías objeto de transporte.
Cada uno busca la mejor manera de entretener ese tiempo; cualquier actividad que evada un poco la mente y permita aislarse del resto es válida.
El individuo se abstrae de su presente: se embarca en acordes que salen de sus auriculares, viaja entre las páginas de un libro, mira, sin observar o, sencillamente, duerme.
Nunca el tren es alegre. Siempre se intuye tristeza, melancolía, falta de vida, de palabras.
Suele molestar oír a alguien que habla, suele interrumpir la música alta o las carcajadas.
Queremos ver el tren como un lugar de silencio, soledad, aislamiento y alienación. Queremos evadirnos cuando algo nos recuerda que somos masa, que somos gente.
La vuelta a nuestra mente, a nuestro yo elimina esa ansiedad. Por eso en el tren, entre la masa, buscamos soledad.

1 comentario:

Alex dijo...

muy bonito, me ha gustado mucho, ya que a mi me gusta mucho viajar en tren. Espero estés bien.
Salu2!