viernes, 23 de octubre de 2009

El Arte


Llegan muchos momentos en la vida de una persona en los que cree que ha llegado al punto máximo. Puede ser máximo hacia arriba o máximo hacia abajo. Hay veces que no podemos imaginar un punto más profundo, un estado más angustioso ni más negro. Otras, no imaginamos mayor perfección, nos sentimos en armonía con todo lo que nos rodea. Muchos sentimientos nos transportan a ese punto alto, a la cima de la infinitud. Las causas, diversas. Para mí el arte es una de las cosas que me transportan a esa cima. Entonces, me siento inmaterial, abstracta; entonces me olvido de esa nada cotidiana que rodea todo y me inserto en un horizonte de belleza. No sé nada sobre arte, ni de crítica artística, pero creo que el arte me dice cosas. Ayer, en una asignatura “Crítica artística” el profesor dijo que el arte era de las minorías. Dijo que el arte es cuestión de entendidos, de personas formadas. Que al Arte no puede acudir cualquiera, porque no lo entenderá. Entonces, empezó a hablar del código múltiple, del lenguaje específico y montones de cosas parecidas. Por supuesto, esto me pareció un grave atentado contra la esencia del arte. O creo ni siquiera que a él le guste el arte. Quien verdaderamente ama el arte lo ve como una necesidad humana, como un lugar donde el ser humano acude en busca de paz, remanso y tranquilidad. Puedes no entender el color, ni la luminosidad, ni saber explicar el cuadro, o la escultura, o la poesía; pero el arte habla por sí mismo. Para mí en el arte hay una interacción entre dos almas, un lenguaje que no entiende de gramática ni de expresión. Porque el arte es algo más grande que la simple expresión por la palabra; por una pintura yo descubro a un ser, descubro una mente, una forma de entender. Ese cuadro habla a mi interior, habla a mis sentidos, no a mi conciencia. Se puede estudiar el arte, pero el arte auténtico jamás tiene explicación. Lamentablemente, el arte de hoy día es un producto más del mercado. Es una mercancía más, que obedece a la ley dichosa de la oferta y la demanda. Quizás haya que volver a los orígenes y que el arte cubra necesidades humanas, más que crearlas.
Me quedaré con dos descripciones de la pintura de dos críticos del siglo XIX:

De Nathanson: “Una última reflexión puede obligarnos a reconocer al artista una libertad tan grande que, en presencia de sus obras, ya sólo seamos jueces el placer que nos hacen gozar o del parentesco más próximo o más lejano de nuestro gusto con el que ellas expresan. Así como la palabra “montaña” no trae sobre la página unos millares de metros cúbicos de piedras y de arena, así tampoco el cuadro reproducirá la sensación del pintor, sino que solamente como la palabra para el poeta, será su signo(…). De este modo, el verdadero tema de un cuadro no puede ser más que la composición de los signos escogidos por el artista para representar sus sensaciones tal como su gusto se la impone y, además, no podemos preocuparnos más que del placer sensual que nos dan las formas reunidas y sus relaciones”.

De Charles Morice: “El artista debe obedecer fielmente a las necesidades interiores, no sacrificar nada a las necesidades exteriores; no ser esclavo de la naturaleza, domarla, servirse de ella sólo como un pretexto para la realización del sentimiento o del pensamiento que a uno le fascina; ver el mundo sensible como un inmenso enigma cuya clave está en nosotros, clave múltiple, variada”.

Los cuadros son de Monet. Porque es le que más me gusta. Me evoca muchas cosas.

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