viernes, 9 de octubre de 2009

Indignación política

Hoy estoy muy enfadada. ¿Por qué? Por los pocos valores que hay por todos sitios. Creo que cuanta más gente conozco, más prefiero a los viejos y a los niños. Realmente, sinceramente. Cuanta más cultura, evolución, civilización, más absurdo es todo. Es muy típico oír lo de: “No se puede comparar el voto, los conocimientos sobre política, que tiene una persona universitaria, de clase media con lo que puede votar un anciano (más todo lo contrario: anciano, clase baja, no universitario). ¿Hasta dónde habrá que ver? ¿Dónde irá a parar el género humano. Evidentemente, esto es una barbaridad. Pero yo, no dejo de sorprenderme. Pensaba que la gente empezaría a hablar, pensaba que alguien empezaría a hablar de democracia, de justicia, igualdad… y todos esos valores que parece que al final nadie se cree. Como no ha intentado hablar nadie, he tenido que hablar yo (por supuesto, no podía quedarme en silencio). Pero vamos, la defensa que he hecho no ha sido todo lo profunda y extensa que deseaba. ¿Por qué? Por varios motivos:
Porque ya no quiero convencer a nadie de nada.
Mi intervención sólo pretendía no dejar pasar un comentario así sin réplica, sin ningún ánimo de debatir.
Porque no me merece la pena debatir con alguien que parte de esa base.
Así que, aquí, en mi blog, expondré todo lo que opino sobre este tipo de personas, en el cual se incluyen muchísimas más de las deseables:
Debería respetarse el derecho a expresarse de todos los ciudadanos.
Me gustaría saber de dónde le viene a él la clase media esa de la que habla. ¿Cree que tiene que tener más derechos por haber tenido la suerte de nacer en una clase ya acomodada? ¿Ha hecho algo por llegar a la clase media, aparte de jugar al paddel, leer periódicos de derechas, pedir a su familia los caprichos que se le antojaban y vestir cutre para parecer bohemio?
¿Es feliz?
¿Sabe valorar que sus padres renuncien a lujos para poder ofrecerle una existencia buena? ¿Sabe lo que es el amor de unos padres? ¿Sabe lo que es realmente dar todo por tus hijos, mirar por ellos antes que por ti? Lamentablemente, muchas de esas clases medias no saben nada de esto. Pero, claro, merecen el voto, porque saben de política. Saben de política, y se enorgullecen. Deberían ponerse a llorar porque no saben nada de humanidad ni de humildad ni de belleza.
¿Sabe lo que es querer?
¿Sabe lo que significa vivir en un Estado con democracia representativa? ¿Sabe que por muchos periódicos que lea tiene muy difícil cambiar el mundo? ¿Se ha creído la ilusión democrática?
¿Tiene algún interés en cambiar el mundo, en luchar por los pobres, o simplemente se informa para regodearse de lo bien que le va a él en su vida?
¿Realmente se pone en la piel de las víctimas de las guerras sobre las que se informa, o sólo le preocupa qué le apetece comer, qué viaje hará la semana que viene o cómo se ligará (ligar, por añadir romanticismo, dudando de que su egocentrismo le permita conocer el amor algún día) a esa niña pija que se sienta a su lado en clase?
Yo no sé de política, ni de humanidad, ni de nada extensamente. Sólo voy adquiriendo los conocimientos que necesito para llevar una vida lo más plena, feliz y honesta que pueda. Quizás el problema es que existan personas que hablen del “bien común”, que hablen en general, que hablen en nombre de una sociedad que no conocen, a la que no quieren y de la que están totalmente alienados en sus chalets de lujo. Pío Baroja evocaba el egoísmo, y quizás llevara razón. Si el hombre egoísta se centrara en sí mismo, en mejorarse a sí mismo, dejaría de entrometerse en lo que conviene a los demás. No creo que haya que representar a nadie, habrá mejor que escucharle. No sirve de nada interceder por aquel al que hemos dejado mudo. Esto podría continuar, y es muy probable que continúe.

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