martes, 10 de noviembre de 2020

Arte

 

Hoy estoy seca de palabras
y, aun así, en este corazón
siento un poema
que se me atraganta.
 
No tiene rimas ni estrofas contadas.
Quizás no llegue a ninguna conclusión
porque hoy no puedo explicar nada
sin entrar en contradicción.
 
Hoy me atraviesa un poema
que es un sueño de imágenes y sal,
que tengo que escribir
para que pueda volver a navegar.
 
Fotografías
que se mezclan en mi cabeza
repetidas y transversales,
de humanos inconscientes
con comportamientos inmorales,
como animales indómitos
jugando a ser inmortales.
 
En mi sueño vuela un pájaro
que me oye gritar, muda,
palabras de infierno y realidad.
 
Y hay agua,
mucha agua que me aborda.
Olas gigantes y vivas me abaten,
presionan, invaden...
una mano en bucle que me roza,
y no sé si me acaricia o me destroza.
 
Palpita el mundo
y me asfixia con su contradicción:
Realidades de sal y hedor.
 
En mi sueño el Mar me recuerda
la inmensidad del mundo,
con su indescifrable compasión.
Su destino libertador,
mientras mil voces me gritan
entre su profunda indeterminación.
 
Entonces, abro los ojos, ya terrenal,
y Él acude para deshacer mis nudos
llorando hojas de tinta en mi lugar.
 
El Poema me devuelve la paz
porque también acaba entre sal:
La sal de estas lágrimas
que ruedan hasta llegar al mar,
sal de esperanza,
de peces y de pescadores,
de amistades y de amores...
Sal que sana, que escuece,
pero cura y depura.
 
Sal de Luna
que viste de plata
las aguas más profundas
para devolverme el eco
de una humanidad
que aún se vislumbra.
 
Mi poema me ha salvado
porque me ha devuelto el Mar.
 
¡Qué necesario el Arte
para no ahogarnos en la Verdad!
 
(PS: Tuve una pesadilla y la convertí en poesía).

Patricia Gómez Sánchez
 

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