Yo no quiero salvar
tu mundo
con un poema.
Ojalá pudiera.
Ni siquiera salvo el
mío
con tanto que escribo.
Yo quiero
poner puntos y comas a mis ideas
que, a veces, serán un poco tuyas,
(tan en lo racional como en lo revueltas);
porque estamos predestinados a coincidir:
humanos, hermanos,
entre los instintos primarios
sobre vivir y morir.
Quiero que cuando los
precipicios
vengan a buscarte
encuentres armas para poder alejarte.
Que cuando quieras
rendirte
oigas de fondo una voz que te recuerde
por qué lo elegiste.
Que te observes,
te pierdas, pero te encuentres.
Que puedas dar la
espalda
a un amante que no te quería,
que sólo te utilizaba
para llenar sus horas vacías.
Que te des cuenta
que el mundo no se reduce
a esas voces que suenan
anónimas y perdidas.
Yo no quiero salvar
el mundo
con poesía
porque, aunque quisiera, no podría.
Yo quiero daros
palabras
con que expresar la pena o la alegría,
entre muchos otros sentimientos,
como la desidia, el temor, la abulia o la apatía.
La poesía no nos salva
pero bien podremos,
cuando sea necesario,
entregarnos
a sus redentoras palabras.
Yo quiero contar una
historia
que jamás será nueva.
Porque eso es la Historia:
un círculo, un hombre que da vueltas
y otros tantos que lo interpretan.
La poesía, la
escritura…
como espejos
de una sociedad que perdura.
Que necesitamos,
desde la cueva a la piedra,
y de la piedra a la pantalla;
en esa conexión directa
entre los pueblos y sus almas.
Poesía:
para aprender a comprender
la rotación de un pueblo
en artificial armonía,
entre la perfección de sus ideas
y su distorsionada sintonía.
Lo que somos y
seremos:
el hombre de Platón,
asomándose desde la Caverna,
los Emperadores y Reyes
queriendo conquistar todas las tierras.
Emperatrices, esclavas y reinas…
Fuimos los griegos
intentando explicar
dónde termina el planeta
y somos Miguel Ángel
dando forma a sus piedras.
Somos y seremos
habitantes de todos los tiempos,
aunque para darnos cuenta
haya que salir de ellos.
Somos la
contradicción implícita
en cada giro de la Tierra:
pensamiento, realidad y lírica
persiguiendo al tiempo
en vueltas perpetuas.
Yo no puedo salvar el
mundo
con un poema,
pero quiero encontrarme
con todos
en cada letra.
Quiero sentir
que algo más que sangre
corre por mis venas.
Yo quiero escribir
para que sean más leves las cadenas.
con un poema.
Ojalá pudiera.
con tanto que escribo.
poner puntos y comas a mis ideas
que, a veces, serán un poco tuyas,
(tan en lo racional como en lo revueltas);
porque estamos predestinados a coincidir:
humanos, hermanos,
entre los instintos primarios
sobre vivir y morir.
vengan a buscarte
encuentres armas para poder alejarte.
oigas de fondo una voz que te recuerde
por qué lo elegiste.
te pierdas, pero te encuentres.
a un amante que no te quería,
que sólo te utilizaba
para llenar sus horas vacías.
que el mundo no se reduce
a esas voces que suenan
anónimas y perdidas.
con poesía
porque, aunque quisiera, no podría.
con que expresar la pena o la alegría,
entre muchos otros sentimientos,
como la desidia, el temor, la abulia o la apatía.
La poesía no nos salva
pero bien podremos,
cuando sea necesario,
entregarnos
a sus redentoras palabras.
que jamás será nueva.
Porque eso es la Historia:
un círculo, un hombre que da vueltas
y otros tantos que lo interpretan.
como espejos
de una sociedad que perdura.
Que necesitamos,
desde la cueva a la piedra,
y de la piedra a la pantalla;
en esa conexión directa
entre los pueblos y sus almas.
para aprender a comprender
la rotación de un pueblo
en artificial armonía,
entre la perfección de sus ideas
y su distorsionada sintonía.
el hombre de Platón,
asomándose desde la Caverna,
los Emperadores y Reyes
queriendo conquistar todas las tierras.
Emperatrices, esclavas y reinas…
Fuimos los griegos
intentando explicar
dónde termina el planeta
y somos Miguel Ángel
dando forma a sus piedras.
habitantes de todos los tiempos,
aunque para darnos cuenta
haya que salir de ellos.
en cada giro de la Tierra:
pensamiento, realidad y lírica
persiguiendo al tiempo
en vueltas perpetuas.
con un poema,
pero quiero encontrarme
con todos
en cada letra.
Quiero sentir
que algo más que sangre
corre por mis venas.
Yo quiero escribir
para que sean más leves las cadenas.
Patricia Gómez Sánchez
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