viernes, 5 de junio de 2009

El elegido

Exhalando los últimos suspiros, cuando las palabras chorrean de mis labios como borbotones de injusticia y de espanto, quiero decir quién soy, quién fui, y quién quiero ser. Fui el elegido por Dios para sentirme humano. Fui el elegido para valorar la felicidad, el elegido para saber qué es el amor y para sentir placer. Soy el afortunado que sintió mucho. He sentido al alma de lejos, hablarme en un murmullo, cuando las entrañas no le permitían gritar más. Le he sentido gritar cuando le dejaban. Le he oído decirme muchas cosas.

Le he oído y he creído sus consejos.

Le he oído hablarme de la esperanza cuando todos caían. De la risa cuando todos se lamentaban. Me ha bajado a la renuncia más absoluta, para sentir después la felicidad de sentirlo un sueño.
He sentido el placer en una palabra y la euforia al ver un camión.
Porque todo está por algo, porque todo tiene una causa.
Porque el estómago ruge para que el alma chille, porque el corazón se pierde para que alguien lo encuentre y lo cobije. Porque el corazón se nos va yendo a trozos, porque se nos va quedando en aquellos a los que el sueño va venciendo y alejando; pero después nos regalan nuevos trocitos para recomponerlo. Soy el elegido porque me han regalado todos los trocitos de los corazones que ahora me llevo.

Porque las tormentas vienen para que no olvidemos lo bonito del sol.

Tengo un cuerpo que anhela cuanto quiere y quiere cuanto anhela,
que penetra en el vacío inerte del silencio agarrado a sus ideas como únicos asideros,
y que se pierde en la tertulia indefinida de un alma inquieta.
Que se inmoviliza como estatua y se agita desde las entrañas.
Tengo un cuerpo que en el dolor evoca la alegría y en la alegría evoca la tristeza.
Que en los espacios vacíos se vuelve fuego y en los lugares concurridos vacila al incendiarse.
Que en la oscuridad se alumbra, que en la penumbra se vuelve antorcha y de desbordante se consume y ahoga.
Hecho para las ideas, se acaba en cada efímero instante de acontecimientos.
Tengo un espíritu libre como el pensamiento y acotado con los momentos.
Soy muchas promesas: soy la promesa de la pintura, y he pintado muchos cuadros, que tengo guardados en el almacén de mi imaginación.
Soy la promesa de la escritura y tengo todos mis libros publicados en esta mente ya cansada que se aleja.
Soy la promesa del maestro que enseñó a vivir a todos sus conocidos, la promesa del cantante, del bailarín, del escultor y del arquitecto.
Estoy muy agradecido a Dios porque me hizo nacer siendo todas estas promesas.
Pero para la próxima vida, sólo le pediría que no se equivocara al elegir mi mundo. Quiero un trabajo en el que las manos no me huelan a pólvora y no caiga en el infierno con cada trueno certero.

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