martes, 2 de junio de 2009

La conciencia

Es un término muy utilizado, pero, ¿sabemos qué es esto de la conciencia? Seguro que sí. Todos tenemos claro qué pensamos, cómo nos vemos en el mundo, qué papel ocupamos en él. La conciencia nos dice qué está bien y qué está mal. Parece que está bien valorado pensar conscientemente. En cambio, la conciencia a veces es un obstáculo para el hombre. Muchas veces hemos querido despojarnos de tantos prejuicios que vienen de la conciencia, de tantos valores adquiridos, de tanta angustia, del vértigo del deber ser. La conciencia no deja a veces hablar al corazón. Es tan difícil apartarnos a veces de su dictados. La razón y el corazón mantienen una pugna constante en todo hombre, en todo tiempo; es la lucha más universal que existe. Los dos sentimientos enfrentados no entienden de barreras ni status. Pero esta tensión no es algo que haya que lamentar, porque es lo que permite el avance. Todas las cuestiones importantes están entre dos extremos: amor-odio, cielo-tierra, tú-yo, pasión-razón, mente-cuerpo, instinto-reflexión, reflejo-pensamiento, pensamiento-realidad, razón-corazón, a fin de cuentas. En virtud del polo que resulte ganador las personas pueden clasificarse en dos grandes grupos: las personas-razón y las personas-corazón.
En las personas-razón gana el pensamiento, tienen conciencia de sí mismo, del mundo, del lugar que ocupan, se preocupan del futuro, de lo que pasará, de lo que deben hacer, gran sentido de la responsabilidad, capacidad de moderación, reflexivas.
En las personas-corazón gana la vida, gana el ahora, gana el instinto, ganan las pasiones, el impulso, el exceso y la soltura, el llanto y la risa.
Y siempre debemos entremezclarnos, nos gusta la heterogeneidad. Las personas-razón buscan a las personas-corazón, y viceversa. Incluso en una misma persona pueden confluir estas dos personalidades: a veces somos personas-razón, y otras, somos personas-corazón. Y eso es bueno, porque está bien el cambio, la sorpresa, porque es bonita la incertidumbre de levantarnos un día sin saber si seremos razón o seremos corazón. Está bien no saber cuál ganará. Sólo debemos dejar espacio para la lucha. Ante la falta de certeza, sólo hay que suspirar y dejar que todo fluya. Y no preocuparse, porque al final toda corriente sabe fluir y abrirse camino.

PD: Gracias por la idea.

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