miércoles, 13 de mayo de 2009

¿Libros de "autoayuda"?

Me estoy leyendo un libro complicadísimo: “Schopenhauer y Nietzsche” de Georg Simmel. Es lo más complicado que he leído hasta ahora, pero también es lo más perfecto y profundo. Es el culmen de todo. Tiene una filosofía, unas deducciones y unas interpretaciones de estos autores espectaculares. Eso aquí no lo copio. Cada cosa a su tiempo, jejeje. Cuando lo termine copiaré mucho. Tengo muchas cosas señaladas. Estas cosas hacen que me convierta en una copista simplemente. Me parece imposible llegar a este lenguaje, a esta forma de expresión tan depurada. Creo que unos cuantos libros de estos bastarían para cubrir todo el ansia de conocimiento, y para solucionar muchas cosas en el mundo. Tengo el firme convencimiento de que si nuestros "poderosos" hubieran reflexionado un poco sobre ciertos temas imprescindibles las cosas irían de otra manera.

Los libros de autoayuda que están tan de moda se limitan a hacer un resumen a lo banal de lo que decían estos genios. Creo que la ayuda verdadera consiste en enseñar a interpretar y entender las fuentes originales. Un escritor de autoayuda es en el fondo un prepotente, que se toma la autoridad, que no tiene, de coger un clásico, interpretarlo (siempre a su manera, por supuesto) y después dárselo ya masticadito a esa persona que es tontita (seguro que eso es lo que piensan) y no sabe interpretar. Quizás, si me apuráis, puede incluso tener buena fe, pero eso nunca le quita lo egocéntrico de auto reconocerse una autoridad que nadie le ha otorgado. Y lo que peor me sienta es que nunca digan la fuente original. Es evidente la causa: si dicen la fuente original, su prestigio puede ser cuestionado, y su reinterpretación convertida en un absurdo. Cada vez hay más libros en las librerías sobre autoayuda. Claro, la gente necesita una orientación. La gente está perdida, cuestión que ya he tratado en anteriores entradas. ¿Y qué hace el mercado? ¿Qué hacen las editoriales y los esclavos de las mismas? Pues aprovechar la situación de debilidad. Esta es la economía del mercado: los fuertes se aprovechan de los débiles. Publicamos libros de autoayuda, prometiendo una fórmula de felicidad que la buena gente va a comprar y va a leer.

Si lo pensamos bien, es un gran negocio el de los libros de autoayuda. Pensemos en el escritor: se lee un poco de Nietzsche, un poco de Schopenhauer, un poco de Kant (en el mejor de los casos), lo mezcla todo en su cabeza, se felicita por la suerte de vida que le ha tocado vivir, se felicita por ser tan solidario como es y decide, de forma “altruista”, comunicar a los demás su fórmula de la felicidad. Escribe cómo superar una enfermedad, mientras está en su cómodo hogar con una taza de café en la mano. ¿Qué gana? Lo primero, dinero cuando la editorial se lo publique. Lo segundo, gana el prestigio y reconocimiento de la gente que lo lee. La gente lo estima, porque creen que gracias a él han hallado el secreto de la felicidad.

Como se puede apreciar, he leído algunos libros de autoayuda, tampoco muchos. Pero los suficientes para llegar a esta conclusión. El último me puso histérica. Llegaba a formar personas egoístas y egocéntricas hasta sus últimas consecuencias. ¿Y así se va a solucionar el mundo? En tiempos en los que necesitamos solidaridad, empatía, comprensión y amor hacia los que nos rodean, ¿me puede decir alguien qué hace un libro de autoayuda (encima es un libro muy reconocido, creo que es de los que más ventas ha tenido) qué hace convenciendo a las personas de que sean egoístas? los libros de autoayuda deben escribirse con mucha precaución, y esto no se hace.

También Kant, Hermann Hesse o Nietzsche podían llevar vidas más o menos acomodadas pero, no obstante, ellos no escribían y decían que era “autoayuda”. Escribían y punto, sin saber en la mayoría de las ocasiones si eso llegaría a publicarse algún día. Eso es el arte. Esa es la única ayuda que un escritor puede aportar a sus lectores: arte. La literatura, y cualquier tipo de arte, no se crea para ayudar. El arte existe por él mismo, es un fin en sí mismo. Es cierto que el arte ayuda, que ofrece un remanso de paz al espíritu, un vínculo especial, un sentimiento de felicidad que hace sonreír. Pero no es ese su propósito, sino su consecuencia necesaria. El arte, cuando es arte, ayuda, sin que ese propósito haya sido el motivo de su existencia. Con este “arte de mercado” que nos acompaña perdemos ambas cosas: arte y ayuda.

Para terminar, dos conclusiones:

1. Se pueden leer libros de autoayuda, pero poniendo siempre en tela de juicio la legitimidad del que habla. No dejemos que los escritores de autoayuda se conviertan en lavadoras de cerebros, ni en un nuevo poder que nos imponga cómo pensar.
2. Como vemos, el mercado no se deja fuera ni una sola cosa. Va ser verdad que hay una mano invisible muy inteligente, además: el mercado no se olvida de un solo ámbito. El libre mercado se va haciendo con la sociedad, inmiscuyéndose en todos y cada uno de su ámbitos.

Esta ha sido mi entrada más larga, pero espero que no por ello haya sido la menos interesante. No he puesto ninguna imagen porque ninguna encajaría bien en este caso. Yo, fiel a las fuentes originales, prometo que meteré otra entrada próximamente con la definición del arte de Schopenhauer, que es impresionante.

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