miércoles, 13 de mayo de 2009

Pesimismo y optimismo

Ya no me resisto más a poner este análisis de Nietzsche y Schopenhauer hecho por Georg Simmel. En este caso hace un análisis psicológico perfecto sobre qué es lo que hace a las personas ser optimistas o ser pesimistas. Lo de ver el vaso medio lleno o medio vacío no sirve siempre. ¿Qué pasa cuando el vaso está más vacío que lleno? A veces es objetivamente claro que estamos en una mala situación, por más vueltas que se le dé. Leedlo hasta el final, y si no basta una vez para comprenderlo, leedlo dos veces, porque merece la pena sacarle todo el partido. Y pensad siempre en positivo; aunque la actitud pesimista resulte a veces la más lógica, acojamos en este caso el utilitarismo y elijamos la opción optimista.

Lo copiaré literal porque seguro que si lo explico "a mi manera" quedará desvirtuado:

"Schopenhauer funda el pesimismo más radical en el hecho de que no nos pueda satisfacer ninguna proporción entre placer y dolor; ni siquiera una proporción justa, porque aquel debe existir en absoluto, no de un modo relativo, y este no debe existir en absoluto. No es la cantidad de dolor lo que hace que la existencia del mundo sea algo insensato, lo que da al no ser una preferencia infinita frente al ser, sino el mero hecho del dolor, ya que éste no puede ser suprimido nunca; no hay delicia imaginable que pueda compensar de un dolor cualquiera.

El sentimiento opuesto, el optimismo, mantendrá que el hecho de que en el mundo haya algo que sea felicidad, el que pueda llegarse a una cosa semejante, eleva al mundo a un grado tal de valor, que no hay cantidad de sufrimiento capaz de hacerle perder su significación absoluta.
La mera posibilidad de la felicidad, por muy escasa y fragmentaria que de hecho se presente, ilumina la existencia con una luz radiante, cuyo brillo pretende Schopenhauer disminuir con la declaración de que la felicidad no es más que algo negativo, la mera cesación del dolor.

Hay, sin duda, almas que poseen un grado tal de sensibilidad para el dolor que no les permite ver el puesto que de hecho ocupa la felicidad como un valor de la existencia, de igual manera que existen otras cuya sensibilidad está tan dispuesta a recibir la impresión de la felicidad, que no permite que excitantes de otra naturaleza lleguen a penetrar en las capas profundas de su personalidad. El sufrimiento no les parecería la última instancia de su destino: seguirán percibiendo la dicha y la alegría como el sentido propio de la vida. Les parece algo bueno tan sólo por el mero hecho de existir el fenómeno maravilloso de la felicidad, único capaz de vivificar las fuerzas más hondas de su vida".

Seamos optimistas. Acojámonos a la frase de Hemingway en "El viejo y el mar": "Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado". Por muchas adversidades que nos vengan, por mucho que sintamos que la vida se nos destroza, no admitamos nunca la derrota.

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